INTIMIDAD CON DIOS

En la intimidad con Dios

Por César Aníbal Villamil

Moisés fue uno de los hombres más importantes en la historia del pueblo de Israel. Fue un libertador, un conquistador y un líder. Su historia dio los elementos necesarios para escribir libros, hacer películas, pintar un sinfín de cuadros y hasta para hacer una de las esculturas más hermosas de la historia de la humanidad, el insuperable «Moisés» de Miguel Ángel.

Bible and prayer 1Sin embargo, la característica más importante en su vida fue su relación íntima con Dios. De Moisés se dice que veía a Dios cara a cara, como habla cualquiera a su compañero (Éxodo 33.11). Y es esa relación íntima con Dios la que nos dejó uno de los eventos más particulares del AT.

«Después descendió Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del Testimonio en sus manos. Al descender del monte, la piel de su rostro resplandecía por haber estado hablando con Dios, pero Moisés no lo sabía» (Éxodo 34.29)

Estar en la presencia de Dios había transformado el rostro de Moisés y él ni siquiera lo había notado. Estar en la presencia de Dios era algo normal en su vida.

¡El que tenga oídos para oír, oiga!

Ocho veces en los evangelios y ocho veces en Apocalipsis, Jesús utilizó esta frase para recordarnos que no es suficiente con tener oídos, hace falta usarlos.

Siempre utilizaba esa frase para resaltar la importancia de la enseñanza y para exhortar a sus oyentes a cumplir con ella. Y hubo dos enseñanzas prácticas de la vida de Jesús, que hoy quisiera compartir con ustedes.

Las Escrituras siempre resaltaron el oír y obedecer la Palabra de Dios. A decir verdad, el gran mandamiento que el pueblo de Israel aún hoy repite hasta el cansancio comienza con una exhortación a escuchar.

«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas»
(Deuteronomio 6.4-9)

Nehemías y sus hombres recibieron elogios porque «estaban atentos al libro de la Ley» (Nehemías 8.3)

Para Jesús, pasar tiempo con la Palabra era tan importante como pasar tiempo en la oración.Leer la Biblia

Evidentemente Jesús lo hacía. Él se esforzaba deliberadamente para pasar tiempo a solas con Dios; pasaba regularmente tiempo con Dios, orando y escuchando.

Marcos 1.35 dice con respecto a Jesús: «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba».

Lucas 5.15-16 agrega: «Su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar».

Si Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador sin pecado del mundo, pensó que valía la pena buscar un tiempo especial para estar a solas con Dios, ¿no sería sabio que nosotros hagamos lo mismo?

No solamente pasaba tiempo orando a Dios sino que, como mencioné antes, invertía tiempo en la lectura de la Palabra de Dios.

En medio de la tentación Jesús resistió repitiendo de memoria la Palabra de Dios. Jesús no solamente leía las Escrituras sino que las memorizaba. A cada tentación, nuestro Salvador respondió comenzando con la misma frase: «Escrito está

Cuando en la sinagoga de Nazaret le dieron los rollos para que leyera, Jesús ubicó el pasaje que quería leer, lo leyó y hasta lo interpretó, pues dijo: «Hoy se ha cumplido esta escritura

Entonces vemos que Jesús tenía dos sanos hábitos: (1) El de la oración y (2) El de la lectura bíblica.

Si nuestra meta es ser más como Jesús debemos tener un tiempo regular para hablar con Dios y escuchar su Palabra.

Entonces, ¿de qué estamos hablando? ¿Del consabido devocional diario? No. Estamos hablando de algo mucho más importante.

Un tiempo y lugar regulares para tu encuentro con Dios

En la Universidad donde estudiaba, en los EE.UU., había un lugar apartado, desde donde se veía un río que corría muy por debajo de ese lugar. A lo lejos, la ciudad, mostrando su belleza pero no sus ruidos ni decadencias. Un lugar Neuquénrodeado de árboles, plantas, ardillas, pajaritos de los más variados colores y cantos. Una pérgola. Una mesa. Un asiento. Y, especialmente, el más profundo silencio. Sólo se podía escuchar el suave silbo del viento entre las hojas. Muchas veces pasaba mis tardes en ese lugar. Muchas veces estudiando para un examen. Muchas veces leyendo algún libro para mis estudios. Muchas veces orando y estando a solas con Dios. Para hablar con él y escuchar su voz.

¿Cuánto tiempo ha pasado, hermano, desde que le diste una porción de tu tiempo, sin diluir y sin interrupciones, a Dios, para escuchar su voz?

Selecciona un tiempo y un lugar y sepáralo para Dios. No es obligatorio que sea algún momento especial del día. Para muchos será a la mañana muy temprano. Para otros será a la noche, después de un día atareado. Para otros será otro momento. Busca la hora y el lugar apropiado y RESÉRVALO PARA EL SEÑOR. Pasa todo el tiempo que quieras. Dale más importancia a la calidad que a la cantidad. Tu tiempo con Dios debe durar lo suficiente como para que puedas decir lo que quieras decir y que Dios te diga lo que te quiera decir.

Esto nos lleva al segundo recurso. Tiempo con la Palabra.

Dios nos habla por medio de la Palabra. El primer paso al leer la Biblia es pedirle a Dios que nos ilumine para comprenderla cabal y personalmente.

Antes de leer la Biblia, ora. No te acerques a las Escrituras buscando tus propias ideas o para comprobar tus propias teorías, busca las de Dios. Lee la Biblia con oración. También léela con cuidado. Ora, leyendo la Biblia. Muchas veces los salmos pueden ayudarnos en nuestra alabanza y adoración personal.

Salmos 1.1-2 dice: «Bienaventurado el varón… que en la ley de Jehová está su delicia y en su Ley medita de día y de noche».

Leyendo la Biblia 1No es simple lectura de la Biblia, es deleitarse en ella.

Proverbios 2.4-5 dice: «Si la buscas como si fuera plata y la examinas como a un tesoro, entonces entenderás el temor de Jehová y hallarás el conocimiento de Dios.»

No es necesario que leas diez capítulos cada vez. Es más importante que hagas lo del varón bienaventurado del Salmo 1: «Medita en lo que lees. Aunque sea poca lectura. Emplea mucho tiempo en la meditación de la Palabra de Dios».

Atesora cada idea, cada concepto, cada mandamiento, cada enseñanza. Guárdalos en tu corazón. Anótalos en algún cuaderno y vuelve a repasarlos en los días siguientes. Asegúrate de que quedarán en tu corazón. Reflexiona varias veces sobre ellos.

Billy Graham dijo de su suegro:

«Nunca fue un hombre de letras, pero tenía la costumbre de comenzar su día muy temprano y en oración y lectura profunda de la Palabra de Dios. Cuando murió, después de una larga vida, Dios lo había convertido en una biblioteca bíblica ambulante. Sus palabras derramaban sabiduría.»

Cuando nos comunicamos con Dios a través de la oración y de la lectura de la Biblia, es imprescindible que tengamos un corazón que escucha.

Si quieres ser como Jesús, deja que Dios se apodere de ti. Pasa tiempo escuchándolo hasta que recibas su lección para el día. Luego, aplícala.

C.S. Lewis decía:

«El momento en que se levanta cada mañana sus deseos y esperanzas para ese día se le acercan en tropel como animales salvajes. La primera tarea de cada mañana consiste en hacerlos retroceder; en escuchar esa otra voz, tomar ese otro punto de vista, permitir que esa otra vida, más grande, más fuerte, más tranquila, entre y fluya»

Cuando vayas a encontrarte con Dios no permitas que las ansiedades de la vida te invadan. Entrégale sus cargas a Dios, espera en él, y él hará.

Asimismo, entrégale a él sus pensamientos y sueños al ocaso. Cuando ya el día terminó busca su rostro y déjate conducir serenamente por los brazos de Dios. Descansa, literalmente, en él. Que tus últimas palabras del día sean para él.
No tiene que ser nada armado, ni largo, ni teológico. Sólo dile que lo amas y que descansas en él confiado, como un bebé en brazos de su madre.

Deja que Dios te ame

Todos los que somos padres sabemos qué lindo es estar con los hijos. Jugar con ellos. Desarrollar una relación. Cuando llegamos a casa luego de un largo día, es reconfortante ver con qué amor nos reciben nuestros hijos. Quieren jugar con nosotros. Quieren que los mimemos, que los acariciemos y que les digamos cuánto los queremos. Ellos quieren disfrutar del amor que les damos.

¿Has pensado alguna vez que Dios quiere hacer lo mismo con nosotros? Quizás digas: “¡Él nunca me diría esas cosas!”. ¿No? Ya te las dijo. ¿Por qué no las repetiría?

Dios ya nos dijo:

«Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia» (Jeremías 31.3)

En el NT agrega:

«Yo estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida, ni la muerte, ni los ángeles, ni los espíritus, ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes del cielo, ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!» (Romanos 8.38-39)

Un tesoro escondido desde los siglos en Sofonías 3.17 nos dice:

Adoración 3«Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos»

Leámoslo una vez más:

«Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos»

¿Quién personifica a la voz activa aquí? Es decir, ¿quién ejecuta la acción? ¿Quién es el receptor de la acción?

Dicho de otra manera,

¿Quién es el que salva? DIOS
¿Quién es el que se gozará sobre ti? DIOS
¿Quién callará de amor? DIOS
¿Quién se regocijará sobre ti con cánticos? DIOS

Tendemos a pensar que nosotros somos los cantores y que es Dios a quien cantamos. En la mayoría de los casos es así, pero evidentemente hay ocasiones cuando no es así sino que es Dios quien nos canta gozándose por nosotros. A veces, Dios quiere que nos quedemos callados y quietos para gozarse sobre nosotros y amarnos con ese amor eterno e indestructible que tiene para darnos.

¿Que no lo merecemos? Si es verdad. Tampoco Judas merecía que Jesús le lave los pies minutos antes de concretar su traición, pero lo hizo. Tampoco Pedro merecía que le prepare el desayuno luego de haberlo negados tres veces, pero lo hizo.

Recordemos entonces:

• Un tiempo y lugar especialmente separados para Dios
• Una Biblia abierta sobre nuestro regazo
• Un corazón abierto para escuchar la voz de Dios y dejar que nos ame

fuente : Sociedad Biblica Unida
http://labibliaweb.com/

PREDICACION -- Jesus Adrian Romero -- Se pues Celoso

PREDICACION
Jesus Adrian Romero
Se pues Celos
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EL CORAZON NUEVO ( Ch Spurgeon )

El Corazón Nuevo

UN SERMÓN PREDICADO LA MAÑANA DEL DOMINGO
5 DE SEPTIEMBRE, 1858,
POR CHARLES HADDON SPURGEON,
EN MUSIC HALL, ROYAL SURREY GARDENS, LONDRES.

“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros;
y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Ezequiel 36:26.

He aquí un portento del amor divino. Cuando Dios hace a Sus criaturas,
lo que hace es bueno en gran manera. Si esas criaturas caen de la
condición en que las creó, el Señor permite, como regla, que soporten la
pena correspondiente a su transgresión, dejándolas que permanezcan en
el lugar al que cayeron. Pero Dios hace aquí una excepción. El hombre, el
hombre caído, creado puro y santo por su Hacedor, se rebeló voluntaria y
depravadamente en contra del Altísimo, y perdió su primer estado; pero,
he aquí, él experimenta una nueva creación por medio del poder del Espíritu
Santo de Dios. ¡Contemplen este prodigio y maravíllense! ¿Qué es
el hombre comparado con un ángel? ¿Acaso no es un ser pequeño e insignificante?
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que
abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones
eternas, para el juicio del gran día.” Dios no tuvo misericordia de
ellos; los hizo puros y santos, y debían permanecer así, pero como se rebelaron
voluntariamente, los abatió de sus resplandecientes asientos para
siempre; y sin hacerles ninguna promesa de misericordia, los encadenó
fuertemente con los grillos del destino, para que sufran en el tormento
eterno.
Pero, ¡asómbrense, oh cielos! El Dios que destruyó a los ángeles se inclina
desde Su altísimo trono en la gloria, para hablarle al hombre, Su
criatura, y le dice esto: “Ahora, tú has caído de mi gracia al igual que los
ángeles; te has descarriado gravemente, y te has apartado de mis caminos;
pero, he aquí, Yo voy a enmendar el daño hecho por tu propia mano.
No lo hago por ti, sino por amor de Mi nombre. Habiéndote creado una
vez, tú atrajiste la ruina sobre ti mismo, pero Yo te voy a crear otra vez.
Pondré Mis manos en la obra una segunda vez; una vez más, darás vueltas
en la rueda del alfarero, y Yo te haré a ti un vaso para honra, para
hacer notorias las riquezas de Mi gloria. Quitaré tu corazón de piedra, y
te daré un corazón de carne; te daré un corazón nuevo, y pondré espíritu
nuevo dentro de ti.” ¿Acaso no es un portento de la soberanía divina y de
la gracia infinita, que los poderosos ángeles fueran arrojados al fuego
eterno, y que Dios hiciera un pacto con el hombre, estableciendo que lo
renovará y lo restaurará?
Y ahora, mis queridos amigos, voy a procurar mostrar hoy, en primer
lugar, la necesidad de la grandiosa promesa contenida en mi texto, que
Dios nos dará un corazón nuevo y un nuevo espíritu; y después, me esforzaré
por mostrar la naturaleza de la grandiosa obra que Dios hace en el
alma, cuando cumple esta promesa; y finalmente, haré unos cuantos comentarios
personales para todos mis lectores.
I. En primer lugar, mi trabajo consiste en procurar mostrar LA NECESIDAD DE ESTA GRANDIOSA PROMESA. El cristiano que ha nacido de
nuevo y que ha sido iluminado, no necesita que se le enseñe esto; esta
demostración es más bien para la convicción del impío, y para el abatimiento
de nuestro orgullo carnal. Oh, que el día de hoy, el Espíritu lleno
de gracia nos enseñe nuestra depravación, y que seamos conducidos en
consecuencia a buscar el cumplimiento de esta misericordia, que es verdadera
y abundantemente necesaria, si vamos ser salvados.
Ustedes notarán que, en mi texto, Dios no nos promete que mejorará
nuestra naturaleza, o que pondrá un remiendo en nuestros quebrantados
corazones. No, la promesa es que nos dará nuevos corazones y espíritus
rectos. La naturaleza es demasiado depravada para ser remendada.
No se trata de una casa que necesita de unas cuantas reparaciones por
alguna teja caída del techo por aquí o por allá, o por un pedazo de yeso
caído del cielo raso. No, la casa está podrida por completo, y los propios
cimientos han sido socavados. No hay un solo trozo de madera que no
esté carcomido por el comején, desde el techo más alto hasta su más
profundo cimiento. Toda la casa se encuentra en mal estado, hay podredumbre
por doquier y está a punto de desplomarse.
Dios no intenta repararla. Él no apuntala las paredes ni repinta su
puerta. No la adorna ni la embellece, sino que decide que la vieja casa
debe ser arrasada, y que construirá una casa nueva. Está demasiado
destruida, repito, para ser reparada. Si sólo requiriese de unas cuantas
reparaciones, podrían hacerse. Si únicamente una o dos ruedas de ese
grandioso ente llamado “naturaleza humana” estuvieran descompuestas,
entonces su Autor podría componerlas. Podría reemplazar los dientes rotos
de la rueda, o sustituir toda la rueda, y la máquina quedaría como
nueva. Pero no, toda ella es irreparable. No hay una sola palanca que no
esté rota; ningún eje que no esté torcido; y ni una sola rueda que pueda
mover a las demás. Toda la cabeza está enferma y todo el corazón desfalleciente.
Desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza, por todas
partes, se encuentran heridas y magulladuras y llagas putrefactas.
Por lo tanto, el Señor no intenta la reparación de estos seres, sino que les
dice: “Les daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros;
y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra. No intentaré hablan Sermón
darlo. Dejaré que siga siendo tan duro como siempre ha sido, pero lo quitaré,
y les daré un corazón nuevo, y será un corazón de carne.”
Ahora, voy a esforzarme para demostrar que Dios es reconocido justo
en esto, y que hay una abrumadora necesidad de que lo haga así. Pues,
en primer lugar, si ustedes consideran lo que ha sido la naturaleza
humana, y lo que es, no les tomará mucho tiempo concluir: “Ah, en verdad
es un caso desahuciado.”
Entonces, consideren por un momento cuán depravada es la naturaleza
humana, recordando cuán mal ha tratado a su Dios. William Huntingdon
dice en su autobiografía, que una de las sensaciones más agudas
de dolor que sintió después de que fue revivido por la gracia divina
fue que: “sintió mucha ‘conmiseración’ por Dios.” No creo haber encontrado
una descripción igual en ninguna otra parte, pero es muy expresiva.
Aunque yo preferiría usar la palabra ‘empatía’ para con Dios y dolor
por el mal trato que ha recibido. Ah, amigos míos, hay muchas personas
que son olvidadas, que son despreciadas, que son pisoteadas por sus
semejantes, pero nunca hubo un hombre que fuera tan despreciado como
el Dios eterno lo ha sido. Muchos hombres han sido calumniados e
insultados, pero nunca nadie fue tan insultado como Dios lo ha sido.
Muchos han sido tratados cruel e ingratamente, pero nunca nadie fue
tratado como nuestro Señor ha sido tratado. Recordemos nuestra vida
pasada: ¡cuán ingratos hemos sido con Él! Como Él nos dio el ser, la
primera expresión de nuestros labios debió ser una palabra de alabanza.
Y mientras estemos aquí, es nuestro deber cantar perpetuamente a Su
gloria. Pero en vez de eso, desde nuestro nacimiento hemos hablado falsedad,
mentira e impiedad; y desde entonces hemos venido haciendo lo
mismo. Nunca hemos reconocido Sus misericordias llevando a Su pecho
gratitud y agradecimiento. Sus beneficios se quedan en el olvido, sin que
reciban ningún aleluya de reconocimiento por causa de nuestra desidia
para con el Altísimo, que nos persuade que se ha olvidado enteramente
de nosotros, por lo que también procuramos olvidarlo a Él. Tan pocas veces
pensamos en Él, que uno podría imaginar que no nos ha dado nunca
un motivo para pensar en Él. Addison dijo—
“Cuando todas Tus misericordias, oh mi Dios,
Son inspeccionadas por mi alma resucitada,
Arrobado en esa visión, quedo absorto
En el asombro, en el amor, y en la alabanza.”
Pero creo que si miramos nuestro pasado con el ojo de la penitencia,
quedaremos sumidos en el asombro, en la vergüenza, y el dolor, pues
nuestro clamor será: “¿Cómo pude haber maltratado a un amigo tan
bueno? He tenido un benefactor lleno de gracia, y he sido muy malagradecido
con Él. He tenido un Padre muy devoto, pero nunca le he dado un
abrazo. ¿Cómo es posible que no le haya dado un beso en señal de mi
gratitud afectuosa? ¿Cómo es posible que no haya estudiado la forma de
hacerle saber que estaba consciente de Su bondad, y que sentía en mi
pecho un agradecido reconocimiento por Su amor?”
Peor aún, no solamente hemos sido olvidadizos en cuanto a Él, sino
que nos hemos rebelado en Su contra. Hemos arremetido contra el Altísimo.
Odiamos cualquier cosa relacionada con Dios. Hemos despreciado
a Su pueblo. Lo hemos llamado mojigato, hipócrita y metodista. Hemos
menospreciado Su día de reposo. Él lo apartó para nuestro bien, y tomamos
ese día para dedicarlo a nuestro propio placer y a nuestras propias
actividades, en vez de consagrarlo a Él. Él nos dio un Libro en señal
de amor, y quiere que lo leamos, pues está lleno de amor a nosotros; pero
lo hemos mantenido cerrado permanentemente, de tal forma que hasta
las arañas han tejido sus nidos en sus hojas. Él abrió una casa de oración
y nos ha ordenado que asistamos, pues allí Él se encontraría con
nosotros y hablaría con nosotros desde el propiciatorio. Pero a menudo
hemos preferido el teatro a la casa de Dios, y preferimos escuchar cualquier
otro sonido a la voz que nos habla desde el cielo.
Ah, amigos míos, repito que nunca ha habido un hombre, inclusive
entre los peores hombres, que haya sido tan maltratado por Sus compañeros,
como Dios ha sido maltratado por el hombre, y sin embargo,
mientras los hombres le maltratan, Él ha continuado bendiciéndoles. Él
sopla en su nariz aliento de vida, incluso cuando el hombre está maldiciéndole.
Él le da su alimento, mientras el hombre gasta el vigor de su
cuerpo en una guerra en contra del Altísimo. Y en el propio día de guardar,
cuando quebranta Su mandamiento y gasta el día en sus propias
lascivias, es Él quien da luz a nuestros ojos, aire a nuestros pulmones, y
fortaleza a nuestros nervios y músculos. Él los ha estado bendiciendo incluso
cuando ustedes le han estado maldiciendo. ¡Oh, es una gran misericordia
que Él sea Dios y no cambie, pues de lo contrario, nosotros,
hijos de Jacob, habríamos sido consumidos desde hace mucho tiempo, y
con toda justicia!
Pueden imaginar, si quieren, a una pobre criatura agonizando en una
zanja. Yo espero que esto no ocurra en nuestro país, pero tal cosa podría
ocurrir de la misma manera que un hombre que había sido rico, súbitamente
se volvió pobre, y todos sus amigos le abandonaron. Él les pidió
pan pero nadie quiso ayudarle, hasta que por fin, sin ningún harapo que
le cubriera, su pobre cuerpo perdió su vida en una zanja. Esto, creo yo,
es el colmo de la desidia humana para con sus semejantes; pero Jesucristo,
el Hijo de Dios, fue tratado peor que esto. Habría sido mil veces
más caritativo para Él, si le hubieran dejado morir abandonado en una
zanja; pero eso habría sido demasiado bueno para la naturaleza humana.
Él debía conocer lo peor, y por eso Dios permitió que la naturaleza
humana tomara a Cristo y lo clavara en el madero. Él permitió que la naturaleza
humana estuviera frente a Él y se burlara de Su sed y le ofreciera
vinagre, y le vituperara y le escarneciera en el colmo de Sus agonías.
Permitió a la naturaleza humana que lo convirtiera en su burla y su desprecio,
y que se quedara mirando con ojos lascivos y crueles Su cuerpo
desguarnecido y desnudo.
¡Oh, qué vergüenza para la humanidad! Nunca criatura alguna pudo
haber sido peor que el hombre. Las mismas bestias son mejores que el
hombre, pues el hombre tiene todos los peores atributos de las bestias,
pero carece de sus mejores atributos. Tiene toda la fiereza del león pero
no tiene su nobleza; tiene la terquedad del asno, sin su paciencia; tiene
toda la gula voraz del lobo, sin su sabiduría que le conduce a evitar la
trampa. Es un buitre rapaz, pero nunca se queda satisfecho. Es asimismo
una serpiente con veneno de áspides bajo su lengua, pero que escupe
su veneno tanto a corta como a larga distancia. Ah, si piensan en la naturaleza
humana en cuanto a sus actos hacia Dios, dirán que es demasiado
mala para ser corregida, y debe ser hecha completamente nueva.
Además, hay otro aspecto en el que podemos ver la pecaminosidad de
la naturaleza humana: su orgullo. Esa es la peor característica del hombre:
que sea tan orgulloso. Amados, el orgullo está entrelazado en toda la
trama y la urdimbre de nuestra naturaleza, y sólo podremos deshacernos
de él, cuando estemos envueltos en nuestra mortaja. Es sorprendente
que cuando oramos y procuramos usar expresiones de humildad, el orgullo
nos traiciona. Hace muy poco tiempo, estando de rodillas, me descubrí
usando expresiones como esta: “oh, Señor, me duelo delante de Ti
por haber sido alguna vez tan gran pecador como he sido. Oh, que me
haya rebelado y sublevado como lo he hecho.” Aquí hay orgullo, pues,
¿quién soy yo? ¿Qué había de sorprendente en ello? Yo debía saber que
era tan pecador que no era sorprendente que me descarriara. Lo sorprendente
es que no haya sido peor, y en eso el crédito es de Dios, no
mío. Así que cuando tratamos de ser humildes, podemos estar apresurándonos
insensatamente a los brazos del orgullo. ¡Qué cosa tan extraña
es ver a un ser depravado, pecador y culpable, que esté orgulloso de su
moralidad! Y sin embargo eso es algo que podemos ver cada día. El hombre,
cuando es un enemigo de Dios, está orgulloso de su honestidad,
aunque le esté robando a Dios; está orgulloso de su castidad, y sin embargo,
si conociera sus propios pensamientos, descubriría que están llenos
de lascivia e inmundicia; está orgulloso del elogio de sus semejantes,
cuando él mismo sabe que tiene el remordimiento de su propia conciencia
y la reconvención del Dios Todopoderoso. Pensar que un hombre
pueda ser orgulloso cuando no tiene ningún motivo para ser orgulloso, es
extraño y extravagante. Una masa de barro, viva, animada, manchada e
inmunda, un infierno viviente, y sin embargo orgullosa de sí misma. ¡Yo,
un hijo depravado de aquel que robó en el antiguo huerto de su Señor, y
que se descarrió y que no quiso obedecer; de uno que cambió todas sus
posesiones por el soborno despreciable de una manzana, y sin embargo,
que esté orgulloso de mi linaje! ¡Yo, que vivo de la caridad diaria recibida
de Dios, que esté orgulloso de mi riqueza, aunque no tenga ni un centavo
con el que bendecirme a mí mismo, a menos que Dios decida dármelo!
¡Yo, que vine desnudo a este mundo, y debo salir desnudo de él! ¡Yo, orgulloso
de mis riquezas, qué cosa tan extraña! ¡Yo, un pollino de asno
montés, un insensato que no sabe nada, que esté orgulloso de mis conocimientos!
Oh, qué cosa tan extraña, que un necio llamado hombre, se
nombre a sí mismo doctor, y se convierta a sí mismo en maestro de todas
las artes, cuando no lo es de ninguna, y se vuelve más necio cuando
piensa que su sabiduría ha alcanzado la cima. Y, oh, lo más extraño de
todo, que el hombre que tiene un corazón engañoso, lleno de todo tipo de
concupiscencias perversas, y de adulterio, y de idolatría, y de lujuria,
presuma ser un individuo de buen corazón, y se precie de contar al menos
con buenos puntos que merecen la veneración de sus semejantes, si
no es que merecen también alguna consideración del Altísimo. Ah, naturaleza
humana, esta es, entonces, tu propia condenación, porque eres
insensatamente orgullosa, cuando no tienes por qué ser orgullosa. Escribe
‘Icabod’ sobre ella. Traspasada es la gloria de la naturaleza humana
para siempre. Que sea quitada, y que Dios nos dé algo nuevo pues lo viejo
no puede ser compuesto. La naturaleza humana es irremediablemente
insensata, decrépita e inmunda.
Además, es muy cierto que la naturaleza humana no puede ser mejorada,
pues muchos lo han intentado, pero siempre han fracasado. Quien
trata de mejorar la naturaleza humana es como el que procura cambiar
la posición de una veleta, girándola hacia el este cuando el viento sopla
en dirección oeste; basta que quite su mano, y la veleta retoma su lugar.
Así he visto a muchos que tratan de controlar a su naturaleza: él es un
hombre de mal carácter, y está tratando de controlarlo un poco y lo logra,
pero vuelve a manifestarse el mal carácter, y si no se desahoga en el
instante, y si las chispas no vuelan por todos lados, quemará sus huesos
por dentro hasta ponerlos incandescentes con el calor de la malicia, y
permanecerá dentro de su corazón un residuo de cenizas de venganza.
He conocido a algunos hombres que procuran hacerse religiosos, y al intentarlo
lo único que logran es crear una monstruosidad, pues sus piernas
son desiguales, y caminan cojeando en el servicio de Dios; son criaturas
deformes y torpes, y cualquiera que les mire descubrirá pronto las
inconsistencias de su profesión. ¡Oh!, afirmamos que en vano ese hombre
tratará de aparentar ser blanco, como es imposible que el etíope mude
su piel para que sea blanca aplicándole cosméticos, y en vano trataría
el leopardo de mudar sus manchas. Igualmente es imposible que este
hombre imagine que puede ocultar la depravación de su naturaleza por
medio de algunos esfuerzos religiosos.
Ah, yo procuré mejorarme a mí mismo durante mucho tiempo, sin obtener
buenos resultados; cuando comencé a intentarlo, descubrí que tenía
dentro de mí a un demonio, y luego, cuando dejé de intentarlo, tenía
a diez demonios. En vez de volverme mejor, me volví peor: ya tenía al
diablo de la justicia propia, de la confianza en mí mismo, del orgullo, y
muchos otros que vinieron y me convirtieron en su hogar. Mientras estaba
ocupado barriendo mi casa y arreglándola, he aquí que el diablo del
que buscaba deshacerme y que se había ido por una corta temporada,
volvió y trajo consigo otros siete espíritus más perversos que él, y entraron
y habitaron en mí. Ah, pueden intentar reformarse, queridos amigos,
pero descubrirán que no podrán lograrlo, y recuerden que aunque pudieran,
no sería la obra que Dios requiere. Él no acepta la reforma. Él quiere
una regeneración. Él quiere un corazón nuevo, y no un corazón que sólo
haya tenido una pequeña mejoría.
Pero, además, ustedes percibirán con facilidad que debemos recibir un
corazón nuevo, cuando consideren cuáles son las ocupaciones y gozos de
la religión cristiana. La naturaleza que se alimenta de la basura del pecado,
y que devora la carroña de la iniquidad, no puede ser la naturaleza
que canta las alabanzas a Dios y que se regocija en Su santo nombre.
¿Acaso esperan que aquel cuervo que se alimenta de la comida más repugnante,
tendrá toda la buena índole de la paloma, y que podrá jugar
con la muchacha en su aposento? No, a menos que conviertan al cuervo
en paloma, pues mientras siga siendo un cuervo, sus viejas inclinaciones
permanecerán en él y será incapaz de hacer algo por encima de su naturaleza
de cuervo. Ustedes han visto al buitre atracarse con la carne más
podrida hasta quedar harto, y, ¿acaso esperan ver luego al buitre, posado
en el ramaje, cantando las alabanzas de Dios con su torpe chillido y
con el graznido de su garganta? Y, ¿acaso imaginan que le verán alimentándose
de grano limpio, como cualquier ave de corral, a menos que su
carácter y su disposición cambien enteramente? Imposible. ¿Pueden
imaginar que el león se eche junto al buey, o que coma paja como el novillo,
mientras siga siendo un león? Podrán vestir al león con una piel de
oveja, pero no lo convertirán en oveja a menos que lo despojen de su naturaleza
de león. Pueden tratar de hacer mejor al león tanto como quieran.
El mismo Van Amburgh, si hubiera logrado mejorar a su leones durante
mil años, no habría podido convertirlos en ovejas. Y podrán tratar
de cambiar al cuervo o al buitre tanto como quieran, pero no podrán
convertirlos en paloma: debe haber un cambio total de carácter. Me preguntarán,
entonces, ¿es posible que un hombre que ha cantado las canciones
lascivas del borracho, y ha manchado su cuerpo con inmundicia,
y ha maldecido a Dios, cante sentidas alabanzas al Dios del cielo, igual
que la persona que ha amado los caminos de pureza y de comunión con
Cristo? Respondo, no, nunca, a menos que su naturaleza sea cambiada
enteramente. Pues si su naturaleza sigue siendo lo que es, no importa
cuánto intente cambiarla, no obtendrá ningún resultado positivo. En
tanto que su corazón sea lo que es, nunca podrá gozar de los elevados
deleites de la naturaleza espiritual del hijo de Dios. Por tanto, amados,
ciertamente debe implantarse en nosotros una nueva naturaleza.
Voy a agregar algo más, para concluir con este punto. Dios aborrece la
naturaleza depravada, y por tanto, debe ser quitada, antes de que podamos
ser aceptos en Él. Dios no odia tanto nuestro pecado como odia
nuestra pecaminosidad. No es el desbordamiento de la fuente, es el pozo
mismo. No es la flecha arrojada por el arco de nuestra depravación; es el
propio brazo que sostiene el arco del pecado, y el motivo que dispara la
flecha contra Dios. El Señor está airado no sólo contra nuestros actos
manifiestos, sino contra la naturaleza que dicta esos actos. Dios no es
miope y no sólo mira la superficie: Él mira el origen y la fuente. Él dice:
“En vano será que traten de alcanzar buenos frutos si el árbol sigue
siendo malo. En vano será que procuren limpiar el agua, en tanto que la
fuente misma permanezca contaminada.” Dios está airado con el corazón
del hombre. Él odia la naturaleza depravada del hombre, y la quitará y la
limpiará a fondo antes de que admita al hombre a la comunión con Él, a
la dulce comunión del Paraíso. Hay por tanto, una necesidad de una naturaleza
nueva, y debemos recibirla, pues, de lo contrario, nunca podremos
ver Su rostro con aceptación.
II. Y ahora, tendré la gozosa responsabilidad de mostrarles, en segundo lugar, LA NATURALEZA DE ESTE GRAN CAMBIO QUE EL ESPÍRITU SANTO OBRA EN NOSOTROS.
Y doy inicio haciendo la observación que es una obra divina de principio
a fin. Dar al hombre un corazón nuevo y un nuevo espíritu es obra de
Dios, y únicamente de Dios. El arminianismo se desploma cuando llegamos
a este punto. Nada funciona aquí, excepto la vieja verdad que los
hombres llaman calvinismo. “La salvación es sólo de Jehová;” esta verdad
soporta la prueba de las edades y no podrá ser conmovida nunca, porque
es la verdad inmutable del Dios vivo. Y a lo largo de todo el camino de la
salvación tenemos que aprender esta verdad, pero especialmente cuando
nos encontramos aquí, en este punto particular e indispensable de la
salvación: la implantación de un nuevo corazón en nosotros. Esa debe
ser la obra de Dios; el hombre tal vez pueda reformarse a sí mismo, pero
¿cómo se puede dar a sí mismo un nuevo corazón? No necesito abundar
en este pensamiento, pues comprenderán al instante, que la misma naturaleza
del cambio, y los términos en que ese cambio es mencionado
aquí, lo ponen fuera del alcance del hombre. ¿Cómo puede el hombre
ponerse un nuevo corazón, ya que siendo el corazón el poder motor de
toda la vida, debe ejercitarse a sí mismo antes de que pueda hacer alguna
otra cosa? Pero ¿cómo pueden los esfuerzos de un viejo corazón producir
un nuevo corazón? ¿Pueden imaginar por un momento un árbol
con un corazón podrido, que por su propia energía vital, se dé un joven
corazón nuevo? No se puede suponer tal cosa. Si su corazón estuviera
bien originalmente, y los defectos estuvieran localizados en alguna rama
del árbol, pueden concebir que el árbol, por medio del poder vital de la
savia dentro de su corazón, rectifique el problema. Sabemos de algún tipo
de insectos que pierden sus miembros, y por su poder vital son capaces
de recuperarlos de nuevo. Pero quiten el asiento del poder vital: el corazón;
y, ¿qué poder hay que pueda, con alguna posibilidad, rectificarlo,
a menos que sea un poder externo, de hecho, un poder de lo alto?
Oh, amados, todavía no ha existido el hombre que haya avanzado ni
un ápice en el camino de producir un nuevo corazón. El hombre debe
permanecer pasivo en este proceso (posteriormente se volverá activo), pero
en el momento en que Dios pone una nueva vida en el alma, el hombre
es un sujeto pasivo: y si acaso hay alguna actividad, es una resistencia
activa en Su contra, hasta que Dios, por medio de una gracia victoriosa
e irresistible, ejerce el señorío sobre la voluntad del hombre.
Además, este es un cambio inmerecido. Cuando Dios pone un nuevo
corazón en el hombre, no es porque el hombre merezca un nuevo corazón.
No es porque haya algo bueno en su naturaleza por lo que Dios le da
un nuevo espíritu. El Señor simplemente le da al hombre un corazón
nuevo porque así le agrada; esa es Su única razón. “Pero,” podrías comentar,
“supón que un hombre clame por un corazón nuevo.” Yo respondo,
nadie clamó alguna vez por un corazón nuevo antes de recibirlo,
pues el clamor por un corazón nuevo demuestra que ya hay un nuevo
corazón. Pero, dirá alguien, “¿no debemos buscar un espíritu recto?” Sí,
yo sé que es tu deber buscarlo, pero igualmente sé que es un deber que
no cumplirás nunca. Se les ordena que tengan nuevos corazones, pero yo
sé que no los tendrán nunca, a menos que Dios se los dé. Tan pronto
como empiezan a buscar un nuevo corazón, hay una evidencia presuntiva
que el nuevo corazón ya está allí, en germen, pues no habría podido
germinar esta oración, a menos que las semillas no estuvieran antes allí.
“Pero,” dirá uno, “supón que el hombre no tiene un nuevo corazón, pero
que sinceramente lo buscara, ¿lo recibiría?” No debes hacer suposiciones
imposibles; en tanto que el corazón del hombre sea depravado y
vil, no hará nunca tal cosa. Por tanto, no puedo decirte qué pasaría si
hiciera lo que no hará nunca. No puedo responder a tus suposiciones; y
si tú supones una dificultad, debes suponer también su solución. Pero el
hecho es que nadie buscó jamás un corazón nuevo, ni lo buscará jamás,
o un espíritu recto, hasta que, en primer lugar, la gracia de Dios comience
a obrar en él. Si hay algún cristiano aquí, que dio el primer paso para
acercase a Dios, que lo proclame al mundo; nos enteraríamos por primera
vez que ha habido un hombre que de antemano se acercó a su Hacedor.
Pero yo nunca me he encontrado con un caso así; todo el pueblo
cristiano declara que Dios comenzó la obra, y todos ellos cantarán—
“Fue el mismo amor que preparó el festín,
El que dulcemente me forzó a entrar,
Pues yo me habría resistido a probar,
Y habría perecido en mi pecado.”
Es un cambio por gracia, gratuitamente dado sin ningún mérito por parte
de la criatura, sin ningún deseo anticipado, ni buena voluntad precedente.
Dios lo hace porque así le agrada, y no de conformidad a la voluntad
del hombre.
Además, es un esfuerzo victorioso de la gracia divina. Cuando Dios
comienza la obra de cambiar el corazón, encuentra al hombre totalmente
en contra de esa obra. El hombre por naturaleza da coces contra Dios y
se resiste, porque no quiere ser salvado. Yo confieso que nunca habría
sido salvado, si hubiera podido evitarlo. En tanto que pude, me rebelé y
me sublevé y resistí a Dios. Cuando Él quería que orara, yo no oraba;
cuando Él quería que escuchara la voz del ministerio, yo no quería
hacerlo. Y cuando oía la predicación, y una lágrima rodaba por mis mejillas,
yo la enjugaba y le desafiaba a que ablandara mi corazón. Cuando
mi corazón había sido tocado un poco, yo procuraba distraerlo con placeres
pecaminosos. Y cuando eso no bastaba, intentaba la justicia propia,
y no quería ser salvado, hasta que fui cercado, y entonces Él me dio el
golpe irresistible de la gracia, y no hubo forma de vencer ese vigor irresistible
de Su gracia. Conquistó mi voluntad depravada, y me hizo encorvarme
delante del cetro de Su gracia. Y lo mismo sucede en cada caso. El
hombre se rebela en contra de su Hacedor y Salvador; pero donde el Señor
determina salvar, salvará. Dios recibirá al pecador, si decide recibirlo.
Ninguno de los propósitos de Dios ha sido frustrado jamás. El hombre
procura resistir con todo su poder, pero todo el poder del hombre, aunque
es tremendo para pecar, no es rival para el poder majestuoso del Altísimo,
cuando pasea en el carruaje de Su salvación. Él, en efecto, salva
irresistiblemente y conquista victoriosamente el corazón del hombre.
Y, además, este cambio es instantáneo. La santificación de un hombre
es obra de toda la vida, pero dar al hombre un corazón nuevo es obra de
un instante. En un solitario segundo, más ligero que un relámpago, Dios
pone un corazón nuevo en un hombre, y lo convierte en una nueva criatura
en Cristo Jesús. Puedes estar sentado en la banca donde estás ahora,
siendo enemigo de Dios, albergando un corazón perverso dentro de ti,
duro como una piedra, y muerto y frío; pero si el Señor así lo quiere, la
chispa de la vida caerá en tu alma, y en ese momento comenzarás a temblar:
comenzarás a sentir; confesarás tu pecado, y acudirás a Cristo en
busca de misericordia. Otras partes de la salvación son completadas
gradualmente; pero la regeneración es una obra instantánea de la gracia
soberana, eficaz e irresistible de Dios.
III. Ahora, nosotros tenemos en este tema un grandioso campo de esperanza
y de aliento para los pecadores más viles. Queridos lectores,
permítanme dirigirme a ustedes muy afectuosamente. Hay algunos de
ustedes que están buscando misericordia; por muchos días han estado
orando en secreto, y sus rodillas ya les duelen por la insistencia de su intercesión.
Su clamor a Dios ha sido: “Crea en mí, oh Dios, un corazón
limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Permítanme consolarlos
con esta reflexión: su oración ya ha sido escuchada. Ustedes tienen
un nuevo corazón y espíritu recto: tal vez no serán capaces de percibir la
verdad de esta afirmación en los próximos meses, por tanto, continúen
en oración hasta que Dios haya abierto sus ojos, para que vean que la
oración ha sido respondida; pero pueden estar seguros que ya ha sido
respondida. Si tú odias el pecado, no es tu naturaleza humana la que lo
odia; si anhelas ser un amigo de Dios, no es tu naturaleza humana la
que así anhela; si deseas ser salvado por Cristo, no es tu naturaleza
humana la que lo desea; si tú ansías, sin estipulaciones de tu parte, si tú
quieres hoy que Cristo te haga Suyo, que te preserve y te guarde, en la
vida y en la muerte, si estás deseoso de vivir para servirle, y si fuese necesario,
listo también a morir por Su honor, eso no proviene de tu naturaleza
humana: es obra de la gracia divina. Ya hay algo bueno en ti; el
Señor ha comenzado una buena obra en tu corazón, y Él la perfeccionará
hasta el fin. Todos estos sentimientos tuyos son mucho más de lo tú pudiste
haber alcanzado por ti mismo. Dios te ha ayudado a subir los peldaños
de esta divina escalera de gracia, y tan cierto como te ha ayudado
a subir todos estos escalones, te seguirá llevando hasta la cima, hasta
que te tome en los brazos de Su amor en la gloria eterna.
Hay otras personas, sin embargo, que no han experimentado eso, sino
que han sido conducidas a la desesperación. El diablo les ha dicho que
no pueden ser salvadas; han sido demasiado culpables, demasiado viles.
Cualquier otra persona en el mundo podría encontrar misericordia, pero
no tú, pues tú no mereces ser salvado. Escúchame, entonces, querido
amigo. ¿Acaso no he intentado dejar tan claro como la luz del sol a lo
largo de todo este servicio, que Dios no salva nunca a un hombre en razón
de lo que es, ni que comienza ni perfecciona Su obra en nosotros
porque haya algo bueno en nosotros? El peor pecador es precisamente
tan susceptible de recibir la misericordia divina como el que peca menos.
El que ha sido un cabecilla del crimen, repito, es tan buen candidato para
la gracia soberana de Dios, como quien ha sido un modelo de moralidad.
Dios no necesita nada de nosotros. No ocurre como con el labrador,
que no desea arar todo el día sobre las rocas, ni coloca a sus caballos
sobre la arena; para comenzar a trabajar, él busca un terreno fértil, pero
Dios no lo hace así. Él comenzará a trabajar sobre el terreno rocoso, y
golpeará ese corazón de piedra que tienes, hasta que se convierta en el
limo negro y fértil del dolor penitencial, y luego esparcirá la semilla viva
en ese limo, hasta que produzca fruto a ciento por uno. Pero para comenzar
Su obra, Él no necesita nada de ti. Puede tomarte siendo un ladrón,
un borracho, una ramera, o lo que seas: puede hacer que te pongas
de rodillas, y clames por misericordia, para luego conducirte a vivir
una vida santa, y guardarte hasta el fin.
“¡Oh!,” dirá alguien, “yo desearía que hiciera así conmigo, entonces.”
Bien, alma, si ese es un deseo verdadero, lo hará. Si tú deseas en este día
ser salvo, nunca habrá un Dios renuente allí donde hay un pecador dispuesto.
Pecador, si tú quieres ser salvado, Dios no quiere la muerte de
nadie, sino más bien que te arrepientas; y tú estás libremente invitado
hoy para que vuelvas tus ojos a la cruz de Cristo. Jesucristo ha cargado
con los pecados de los hombres, y ha llevado sus aflicciones; se te pide
que mires allí, y confíes allí, simple y sencillamente. Entonces tú eres
salvo. El simple deseo, si es sincero, muestra que Dios te ha estado engendrando
de nuevo a una esperanza viva. Si ese deseo sincero permanece,
será evidencia abundante que el Señor te ha traído a Él, y que tú
eres y serás Suyo.
Y ahora, cada uno de ustedes, reflexione (ustedes que son inconversos),
que todos nosotros estamos hoy en las manos de Dios. Merecemos
ser condenados: si Dios nos condena, no se escuchará ni una sola palabra
en contra de Su decisión. Nosotros no podemos salvarnos a nosotros
mismos; estamos enteramente en Sus manos; como una mariposa que
está entre Sus dedos, Él nos puede aplastar ahora, si quisiera, o puede
dejarnos ir y salvarnos. ¡Qué reflexiones deberían cruzar por nuestra
mente, si creyéramos eso! Deberíamos postrarnos, tan pronto lleguemos
a casa, y clamar: “¡Grandioso Dios, sálvame, porque soy pecador! ¡Sálvame!
Yo renuncio a todo mérito, pues no poseo ninguno; merezco ser
condenado; Señor, sálvame, por Cristo Tu Hijo.” Y vive el Señor, mi Dios,
delante de Quien estoy, que no habrá nadie que haga esto, que encuentre
que mi Dios le cierra las puertas de la misericordia. Anímate y pruébale,
pecador; ¡ve y pruébale! Cae hoy de rodillas en tu habitación, y
prueba a mi Señor. Prueba si no quiere perdonarte. Consideras que es
muy duro. Es mucho más amable de lo que tú imaginas. Piensas que es
un Señor duro, pero no lo es. Yo pensé que era severo y airado, y cuando
lo busqué, me dije: “seguramente, aunque acepte a todo el resto del
mundo, a mí me rechazará.” Pero sé que me tomó en Su pecho; y cuando
consideré que me despreciaría para siempre, dijo: “Yo deshice como una
nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados,” y me maravillé entonces,
y me sorprendo todavía ahora. Pero lo mismo sucederá con ustedes.
Sólo pruébenlo, se los suplico. Que el Señor les ayude a probarle, y a Él
sea la gloria y para ustedes sea la felicidad y la bienaventuranza, eternamente
y para siempre.



FUENTE : www.spurgeon.com.mx

AGAPE -- AMOR QUE APRIETA

Hoy quiero hablar de mi personaje favorito en el Nuevo Testamento después de Cristo. Me refiero a Pablo... hombre que de perseguidor de los cristianos, pasó a perseguido. Hombre que por causa de Cristo pasó hambre, sed, persecución y naufragio. ¿Dónde estuvo el secreto de su experiencia? ¿Qué lo motivó a vivir como vivió?Aunque podemos conocer mucho de su vida y experiencia, tanto en sus escritos -que constituyen una gran parte del Nuevo Testamento- como en el libro de Los Hechos, que mayormente es sobre él, hoy nos concentraremos en una porción de sus escritos que encontramos en 2 Corintios 5:14, lo que constituyó nuestra lectura bíblica hoy, y los versículos siguientes: "Porque el amor de Cristo nos constriñe. Pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron, para que los que viven no vivan para sí, sino por aquel que murió y resucitó por ellos... De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas pasaron, he aquí, todas son hechas nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió a sí mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación, que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo, no tomando en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros. Os rogamos en nombre de Cristo, reconciliaos hoy con Dios. Aquel que no conoció pecado, Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuéramos justicia de Dios en él".
Si podemos descubrir el secreto del apóstol Pablo encerrado en estos versículos, podremos hacer de su experiencia la nuestra.
"Porque el amor de Cristo nos constriñe..." (vers. 14, primera parte). Aquí Pablo establece una relación entre lo que Cristo hizo, y cómo él reaccionó; una relación entre lo que Cristo hizo, y sus motivos. La cadena va de la siguiente forma: el amor de Cristo produce amor a Cristo; el amor a Cristo produce la obediencia a sus mandamientos.
Si no hay más obediencia, santidad y consagración, es porque no hay más amor a Cristo, y si no hay más amor a Cristo, es porque no hay una mayor comprensión del amor de Cristo. Cuando no hay ese entendimiento del amor de Cristo, y por lo tanto, no hay amor a Cristo, sustituimos ese amor a Cristo por el amor propio.
Cristo dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15). Pero nosotros decimos: "si te amas lo suficiente a ti mismo que quieres salvar tu alma, guarda los mandamientos; si quieres salvar tu pellejo, guarda los mandamientos; si quieres salvarte del juicio, guarda los mandamientos..." Hermanos, ¿por qué seremos tan insensibles al amor de Dios manifestado en Cristo? ¿Por qué seremos tan egoístas que para motivarnos a la acción, tienen que incentivarnos, como a niños pequeños, con las calles de oro y el mar de cristal?
Me dirijo ahora con todo respeto a los que se dedican al ministerio de la palabra, hermanos ante los cuáles me siento como un niño inexperto: ¡Enfoquemos más el amor de Dios! ¡Levantemos más alto la cruz! ¿Por qué tenemos que apelar al temor al juicio, o a la muerte si nos sorprende sin estar preparados, o animar al egoísmo, apelando al deseo por las bendiciones que acompañan al plan de la redención? ¿No sabéis que cuando infundimos sentimientos de temor, o cualquier otra motivación egoísta, solo estamos provocando una pseudo-obediencia?
Elena White dice claramente que Dios no acepta tal obediencia. Leemos: "El ejercicio de la fuerza es contrario a los principios del gobierno de Dios. Dios desea tan solo el servicio de amor, y el amor no puede ser exigido. No puede ser obtenido por la fuerza o la autoridad. El amor se despierta únicamente por el amor" (El Deseado de todas las gentes, p. 14).
Dios cree que su amor puede tocar con su calor el corazón más frío y derretirlo; el más duro y ablandarlo. ¿Qué fue lo que entendió Pablo del amor de Cristo, que lo motivó? Pablo aprendió dos conceptos: la inclusividad del plan de la redención, y la iniciativa de Dios. ¡Repitan conmigo! ¡Inclusividad e iniciativa!¡Inclusividad e iniciativa!
Primero veamos la inclusividad. Pablo, como miembro de una religión exclusivista, la judía, necesitaba comprender este concepto. En la religión judía, como en toda religión exclusivista, comenzaron por discriminar a los no judíos, y terminaron discriminándose los unos a los otros. Pero él necesitaba romper el cascarón y alcanzar a los demás, comprendiendo que Cristo murió por todos.
Segunda parte del versículo 14: "pensando esto, que si uno murió, luego todos murieron"... y primera parte del 15: "y por todos murió..."
Cristo murió por todos. El mismo Pablo explicó este concepto expresado aquí en las siguientes palabras, que encontramos en Romanos 5:18: "si por la transgresión de uno pasó la condenación a todos los hombres, así por la obediencia de uno pasó a todos los hombres la justificación de vida". La cosa es de la siguiente forma... todo lo que le pasó a Adán nos pasó a todos. Dios creó a Adán, y cuando lo hizo, nos creó a todos. Adán pecó y cuando él pecó, todos pecamos. Pero vino Cristo y tomó la cabeza de la humanidad, y ahora todo lo que le pasa a Cristo, nos sucede a todos. Cristo murió por pagar el precio de la transgresión de la ley, y al hacerlo, toda la humanidad murió, pagando así todos en él, el precio de la transgresión de la ley. En la persona de Cristo, todos pagamos, y por lo tanto, dado que Cristo murió, nadie debe la muerte eterna que la ley exigía.
Veamos un ejemplo de la victoria de Cristo a favor de la humanidad. Elena White dice: "Él es el dueño de cada hombre, mujer y niño que viene a este mundo. Lo llegó a ser cuando pagó el precio de la redención" (Cada día con Dios, p. 356).
Aquí está la respuesta a qué pasa con la salvación de los niños si estos mueren. Se piensa que porque nacemos con naturaleza de pecado, estamos condenados al nacer. Pero Cristo es el dueño de cada ser nacido en este mundo. Satanás, el príncipe de este mundo, se cree dueño de la humanidad, ¡pero el rey genuino, no solo de este mundo sino del universo completo, es Cristo! ¡Le pertenecemos por redención!
En el versículo 19 se nos dice: "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo..." El mundo entero fue reconciliado por medio de Cristo. ¡Y a propósito...! ¿Quién reconcilió al mundo? ¡Dios! Era Dios el Padre, quien estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo. A veces enfatizamos tanto la Trinidad, y la igualdad entre el Padre y el Hijo en carácter; pero cometemos el error de que mientras presentamos a Cristo como tierno y compasivo, presentamos a Dios como rudo y exigente, como si no fuera tan tierno y compasivo como el Hijo. Aún más, le enseñamos a nuestros niños, y a veces nosotros mismos los adultos lo hacemos, a orar a Jesús, como si él fuera mas tierno. La Biblia no nos enseña a orar a Jesús, sino al Padre en nombre de Jesús. Y él mismo afirmó: "no os diré que rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama".
También pintamos a Cristo como teniendo que interceder por nosotros ante el Padre, como si el Padre fuera el malo de la película, como si Cristo tuviera que convencer al Padre, cuando Pablo nos dice que era Dios quien rogaba por medio de Cristo. En realidad, era a favor del Padre que Cristo intercedía delante de nosotros.
Un acontecimiento del siglo antepasado, el siglo XIX, ilustra la verdad de la inclusividad. El primero de Enero de 1863, Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos, declaró libres a todos los negros esclavos. ¿Cuántos eran libres? ¡Todos! ¡Todos eran legalmente libres! Así es como Cristo nos dio a todos la libertad. Pero la cosa no acaba allí. Abraham Lincoln había de tomar la iniciativa de que la noticia llegase a cada rancho, a cada negro esclavo.
Segundo concepto: la iniciativa del amor de Dios. Después de decirnos que "si alguno está en Cristo, nueva criatura es" (vers. 17), se nos dice: "y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió a sí mismo por Cristo..." (vers. 18). Todo el plan de la redención es de la iniciativa de Dios. Esto era un concepto que Pablo debía comprender para poder tomar la iniciativa en llevarle el evangelio a los gentiles. Él mismo lo había experimentado cuando Cristo le salió al encuentro camino a Damasco. No fue él quién buscó a Cristo. Pablo sabía que Dios tomó la iniciativa con Adán y Eva. Sabía que Cristo la tomó con la mujer adúltera y con la mujer samaritana. Tomó la iniciativa con la oveja perdida.
La fe, el arrepentimiento, la conversión, el perdón, todos son iniciativa de Dios. Nuestra única iniciativa... ¿saben cuál es? ¡Nuestra única iniciativa es la de perdernos! Sí, si nos salvamos es por iniciativa de Dios, y si nos perdemos es por nuestra propia iniciativa, por nuestra incredulidad.
A ti que andas lejos de Dios, y que no has hecho tu decisión por Cristo, quiero decirte: si estás aquí hoy es porque Dios ha tomado la iniciativa de tocar tu corazón y traerte a este lugar. Dios te está llamando hoy, y tocando a la puerta de tu corazón.
Juan incluyó estos dos aspectos del amor de Dios que Pablo comprendió, al registrar las palabras de Cristo: "Y yo, si fuere levantado, a todos [inclusividad] atraeré [iniciativa] a mí mismo" (Juan 12:32)
Pero hay un eslabón perdido. Hay un eslabón perdido entre la inclusividad de Dios, quién abarca a todos en su plan de redención, y la iniciativa de Dios. Abraham Lincoln libertó a los negros esclavos, pero todavía quedaban negros esclavos lavando los pies de sus amos, cargándoles agua, y haciendo todo tipo de trabajo pesado en sus granjas. ¿Por qué? Porque necesitaban escuchar la noticia de que habían sido emancipados.
Como los mensajeros de Abraham Lincoln, tú has de dar la noticia a un mundo que no sabe que ha sido redimido por Cristo. Tienen que saber que ya no hay por qué servir al pecado como si fueran sus esclavos.
La segunda parte del versículo 15 dice: "...para que los que viven no vivan para sí". Pablo tenía un nuevo propósito al vivir. Tú también puedes tener una nueva razón, un nuevo propósito para tu vida. Dios, habiéndote reconciliado, puede librarte de ese egoísmo de vivir para ti. No hay mayor infelicidad que vivir para uno mismo. ¡Escucha...! Él "nos dio el ministerio de la reconciliación" (vers. 18), "nos encargó la palabra de reconciliación" (vers. 19). Y "así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros. Os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos hoy con Dios" (vers. 20).
Para este 2004, tú que fuiste reconciliado, puedes ser reconciliador. Tú eres ministro de reconciliación, embajador en nombre de Cristo. Si aprecias ese amor inmensurable, como es tu privilegio apreciar, no podrás callar, al igual que no pudo hacerlo Pablo, lo que Dios ha hecho por ti.
Quiero hoy hacerte una invitación, a ti, que has sido reconciliado, a que toques trompeta y anuncies al mundo que ha sido redimido, que no hay por qué temer, que no son propiedad de Satanás sino herencia redimida de Cristo.
Ya tienes un propósito de vivir, reconciliar a otros: hacerles saber cómo Dios los reconcilió por medio de Cristo.
Junto con Pablo, "doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo de quién toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra... para que arraigados y fundados en amor podáis comprender con todos los santos, la anchura, longura, profundidad y altura, y conozcáis el amor de Dios que excede todo conocimiento, y seáis llenos de la plenitud de Dios".
A ti que has sido herido, no solo por el pecado, sino también por un concepto equivocado del carácter del Padre... a ti te invito a que pases aquí delante y ores junto conmigo.
A ti, que quizás te has creído en algún momento que eres hijo, hija, del mismo Demonio, Dios te dice que eres su propiedad. Tú que piensas que Dios te ha excluido de su plan, quiero decirte hoy, que has sido redimido. Dios te dice: "Deshice como nube tu transgresión y como niebla tu pecado. Vuélvete a mí porque yo te redimí".
A ti, que hoy has tenido la convicción de que has estado sirviendo a Dios por motivos egoístas... quiero decirte... Hay una motivación infinitamente más fuerte, que puede despertar en ti emociones como lo hizo en Pablo, emociones como un volcán, pero no pasajeras, sino principios perdurables.
¡Oremos! Padre, te agradecemos por tu redención. Hoy hay aquí un alma herida que necesita comprender ese amor que constriñe. Nuestra mente limitada y finita necesita ser imbuida por tu Espíritu de tu inmensurable amor. Que apreciemos ese amor, y al apreciarlo, que lo compartamos con otros. Que le dejemos saber al mundo de esta gran redención hecha a favor de todos. En el nombre de Jesús. Amén.

Predicación de Danilo D. Gómez

EN LOS BRAZOS DEL PADRE

Estoy de pie a seis pasos del borde de la cama. Mis brazos extendidos. Manos abiertas. Sobre la cama Sara, con sus cuatro años, agachada, adopta una pose cual gatito juguetón. Va a saltar. Pero no está lista. Estoy demasiado cerca.
-Más atrás, papi -de pie me desafía.
Dramáticamente accedo, confesando admiración por su valor. Luego de dar dos pasos gigantes me detengo.
-¿Más? -le pregunto.
-¡Sí! -chilla Sara, saltando sobre la cama.
Ante cada paso se ríe, aplaude y hace ademanes pidiendo más. Cuando estoy del otro lado del cañón, cuando estoy fuera del alcance del hombre mortal, cuando sólo soy una pequeña figura en el horizonte, ella me detiene.
-Allí, deténte allí.
-¿Estás segura?
-Estoy segura -grita ella.
Extiendo mis brazos. Una vez más ella se agacha, luego brinca. Superman sin capa. Paracaidista sin paracaídas. Sólo su corazón vuela más alto que su cuerpo. En ese instante de vuelo su única esperanza es su padre. Si él resulta débil, se caerá. Si resulta cruel, se estrellará. Si resulta olvidadizo, dará tumbos contra el duro piso.
Pero no conoce tal temor, porque a su padre sí lo conoce. Ella confía en él. Cuatro años bajo el mismo techo le han convencido de que es confiable. No es sobrehumano, pero es fuerte. No es santo, pero es bueno. No es brillante, pero no es necesario que lo sea para recordar atrapar a su hija cuando salta.
De modo que vuela.
De modo que remonta.
De modo que la atrapa y los dos se regocijan ante la unión entre la confianza de ella y la fidelidad de él.
Estoy de pie a poca distancia de otra cama. Esta vez nadie se ríe. La habitación tiene aspecto solemne. Una máquina bombea aire hacia un cuerpo cansado. Un monitor mide el ritmo de los latidos de un agotado corazón. La mujer en la cama no es ninguna niña. Una vez lo fue. Hace décadas. Lo fue. Pero ahora no.
Al igual que Sara, debe confiar. A sólo días de haber estado en el quirófano, acaban de informarle que deberá regresar allí. Su débil mano aprieta la mía. Sus ojos se humedecen de temor.
A diferencia de Sara, no ve padre alguno. Pero el Padre la ve a ella. Confía en Él, digo para bien de ambos. Confía en la voz que susurra tu nombre. Confía en que las manos atraparán.
Estoy sentado ante una mesa enfrentado a un hombre bueno. Bueno y asustado. Su temor tiene asidero. Las acciones han bajado. La inflación ha subido. No es que haya malgastado ni apostado ni jugado. Ha trabajado intensamente y ha orado con frecuencia, pero ahora tiene temor. Debajo del traje de franela se oculta un tímido corazón.
Revuelve su café y fija en mí su vista con los ojos de Coyote 1 que acaba de darse cuenta que ha corrido hasta más allá del borde del precipicio. Está a punto de caer y caer rápidamente. Es Pedro sobre el agua, que mira la tormenta en lugar del rostro. Es Pedro en medio de las olas, que escucha el viento y no la voz.
Confía , lo animo. Pero la palabra cae como una piedra. No está acostumbrado a algo tan extraño. Es un hombre de lógica. Aun cuando el barrilete se remonta por detrás de las nubes sigue sosteniendo la cuerda. Pero ahora la cuerda se ha resbalado. Y el cielo está en silencio.
Estoy de pie a poca distancia de un espejo y veo el rostro de un hombre que fracasó… le falló a su Creador. Otra vez. Prometí que no lo haría, pero lo hice. Me mantuve callado cuando debí haber sido denodado. Me senté cuando debí haber adoptado una postura.
Si esta fuera la primera vez, sería diferente. Pero no lo es. ¿Cuántas veces puede uno caer y tener la expectativa del rescate?
Confiar. ¿Por qué resulta fácil decírselo a otros y tan difícil recordárselo uno mismo? ¿Sabe Dios qué hacer con la muerte? A la mujer le dije que sí. ¿Sabe Dios qué hacer con la deuda? Eso fue lo que le comuniqué al hombre. ¿Puede Dios escuchar otra confesión de estos labios?
El rostro en el espejo pregunta.
Estoy sentado a pocos pies de un hombre condenado a muerte. Judío de nacimiento. Fabricante de carpas de oficio. Apóstol por llamado. Sus días están contados. Tengo curiosidad por saber qué es lo que sostiene a este hombre al aproximarse su ejecución. Así que le hago unas preguntas.
¿Tienes familia, Pablo? Ninguna.
¿Qué tal tu salud? Mi cuerpo está golpeado y cansado.
¿Cuáles son tus posesiones? Tengo mis pergaminos. Mi pluma. Un manto.
¿Y tu reputación? Pues, no vale mucho. Para algunos soy un hereje, para otros un indómito.
¿Tienes amigos? Sí, pero incluso algunos de ellos se han echado atrás.
¿Tienes galardones? No en la tierra.
Entonces, ¿qué tienes, Pablo? Sin posesiones. Sin familia. Criticado por algunos. Escarnecido por otros. ¿Qué tienes, Pablo? ¿Qué cosa tienes que valga la pena?
Me reclino en silencio y espero. Pablo cierra su puño. Lo mira. Yo lo miro. ¿Qué es lo que sostiene? ¿Qué tiene?
Extiende su mano para que la pueda ver. Al inclinarme hacia adelante, abre su puño. Observo su palma. Está vacía.
Tengo mi fe. Es todo lo que tengo. Pero es lo único que necesito. He guardado la fe.
Pablo se reclina contra la pared de su celda y sonríe. Y yo me reclino contra otra pared y fijo la vista en el rostro de un hombre que ha aprendido que la vida es más de lo que el ojo percibe.
Pues de eso se trata la fe. La fe es confiar en lo que el ojo no puede ver.
Los ojos ven al león que acecha. La fe ve el ángel de Daniel.
Los ojos ven tormentas. La fe ve el arco iris de Noé.
Los ojos ven gigantes. La fe ve a Canaán.
Tus ojos ven tus faltas. Tu fe ve a tu Salvador.
Tus ojos ven tu culpa. Tu fe ve su sangre.
Tus ojos ven tu tumba. Tu fe ve una ciudad cuyo constructor y creador es Dios.
Tus ojos miran al espejo y ven un pecador, un fracaso, un quebrantador de promesas. Pero por fe miras al espejo y te ves como pródigo elegantemente vestido llevando en tu dedo el anillo de la gracia y en tu rostro el beso de tu Padre.
Pero aguarda un minuto, dice alguien. ¿Cómo sé que esto es cierto? Linda prosa, pero quiero hechos. ¿Cómo sé que estas no son sólo vanas esperanzas?
Parte de la respuesta puede hallarse en los saltos de fe de Sara. Su hermana mayor, Andrea, estaba en la habitación mirando, y le pregunté a Sara si brincaría a los brazos de Andrea. Sara se negó. Intenté convencerla. No cedía.
-¿Por qué no? -le pregunté.
-Sólo salto a brazos grandes.
Si pensamos que los brazos son débiles, no saltaremos.
Por eso, el Padre flexionó sus músculos. «El poder de Dios es muy grande para los que creen», enseñaba Pablo. «Ese poder es como la acción de su fuerza poderosa, que ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos» ( Efesios 1.19–20 , NVI).
La próxima vez que te preguntes si Dios puede rescatarte, lee ese versículo. Los mismos brazos que vencieron a la muerte son los que te están aguardando.
La próxima vez que te preguntes si Dios te puede perdonar, lee ese versículo. Las mismas manos que clavaron a la cruz están abiertas para ti.
La Victoria ES NUESTRA !!!




Fuente Max Lucado -- Cuando Dios susurra tu nombre

EL DIOS QUE PELEA POR TI

EL DIOS QUE PELEA POR TI

He aquí una gran pregunta. ¿Qué es lo que está haciendo Dios cuando te encuentras en un aprieto? ¿Cuando el bote salvavidas empieza a hacer agua? ¿Cuando se corta la cuerda del paracaídas? ¿Cuando se acaba el último centavo antes de terminar de pagar las cuentas? ¿Cuando la última esperanza parte en el último tren? ¿Qué es lo que está haciendo Dios?
Sé lo que estamos haciendo nosotros. Comiéndonos las uñas como si fuesen mazorcas. Caminando como león enjaulado. Tomando píldoras. Sé lo que hacemos nosotros.
¿Pero qué hace Dios? Gran interrogante. Muy grande. Si Dios está durmiendo, estamos fritos. Si se está riendo, estoy perdido. Si está cruzado de brazos mientras mueve la cabeza, entonces serrucha la rama. Querida, llegó la hora de aterrizar.
¿Qué es lo que está haciendo Dios?
Pues bien, decidí investigar esa pregunta. Como soy un investigador astuto, descubrí unos escritos antiguos que tal vez respondan a esta pregunta. Pocos saben esto, es más, nadie lo sabe, de que los periodistas recorrían las tierras de la época del Antiguo Testamento.
Sí, es verdad que en los días de Noé, Abraham y Moisés, los periodistas aparecían con rapidez en escena para registrar el drama de sus días. Y ahora, por primera vez, sus artículos se revelarán.
¿Que cómo los descubrí?, se preguntarán.
Bueno, los descubrí prensados entre las páginas de la revista de la aerolínea en un vuelo que partía de Sheboygan, Wisconsin. Sólo puedo deducir que un arqueólogo valiente los había escondido para protegerse ante el peligro inminente de malvados espías. Nunca sabremos si sobrevivió. Pero sí sabemos lo que descubrió: antiguas entrevistas periodísticas a Moisés y Josafat.
De modo que haciendo una venia ante su valor y sintiendo hambre por la verdad, con orgullo te cuento conversaciones hasta ahora desconocidas con dos hombres que responderán a la pregunta: ¿Qué hace Dios cuando nos encontramos en un aprieto?

La primera entrevista es entre la Prensa de la Tierra Santa (PTS) y Moisés.
PTS: Cuéntanos acerca de tu conflicto con los egipcios.
MOISÉS: Ah, los egipcios… gente grande. Fuertes guerreros. Malos como serpientes.
PTS: Pero te escapaste.
MOISÉS: No antes de que fuesen tragados por el agua.
PTS: Te refieres al conflicto del Mar Rojo.
MOISÉS: Así es. Eso fue atemorizante.
PTS: Cuéntanos lo que sucedió.
MOISÉS: Pues verás, el Mar Rojo se encontraba de un lado y los egipcios del otro.
PTS: ¿Así que atacaron?
MOISÉS: ¿Bromeas? ¿Con medio millón de apiladores de piedras? No, mi pueblo tenía demasiado miedo. Deseaba regresar a Egipto.
PTS: ¿Así que les dijiste a todos que retrocediesen?
MOISÉS: ¿Hacia dónde? ¿Hacia el agua? No teníamos bote. No teníamos dónde ir.
PTS: ¿Qué recomendaban tus líderes?
MOISÉS: No les pregunté. No había tiempo.
PTS: ¿Después qué hiciste?
MOISÉS: Le dije a la gente que se quedara quieta.
PTS: ¿Quieres decir que sabiendo que venía el enemigo, le dijiste que no se moviera?
MOISÉS: Sí. Le dije: «Estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros».
PTS: ¿Por qué querrías que la gente permaneciese firme?
MOISÉS: Para que no estorbasen a Dios. Si uno no sabe qué hacer, lo mejor es quedarse quieto hasta que Él haga lo suyo.
PTS: Esa es una estrategia extraña, ¿no te parece?
MOISÉS: Sí lo es, si se tiene el tamaño adecuado para la batalla. Pero cuando la batalla es más grande que tú, y deseas que Dios se haga cargo, es lo único que puedes hacer.
PTS: ¿Podemos hablar de otra cosa?
MOISÉS: El periódico es tuyo.
PTS: Al poco tiempo del escape de ustedes…
MOISÉS: Nuestra liberación.
PTS: ¿Cuál es la diferencia?
MOISÉS: Existe una gran diferencia. Cuando te escapas, eres tú quien lo hace. Cuando te liberan, otra persona lo hace y tú sólo la sigues.
PTS: Bien, a poco de tu liberación, peleaste con los amo… amala… a ver, aquí lo tengo…
MOISÉS: Los amalecitas.
PTS: Sí, los amalecitas.
MOISÉS: Gente grande. Fuertes guerreros. Malos como serpientes.
PTS: Pero ganaste.
MOISÉS: Dios ganó.
PTS: Está bien, Dios ganó, pero tú realizaste el trabajo. Peleaste la batalla. Estuviste en el campo de batalla.
MOISÉS: Estás equivocado.
PTS: ¿Qué? ¿No estabas en la batalla?
MOISÉS: No en esa. Mientras el ejército peleaba, llevé a mis amigos Aarón y Hur a la cima de una colina y peleamos allí arriba.
PTS: ¿Entre vosotros?
MOISÉS: Contra la oscuridad.
PTS: ¿Con espadas?
MOISÉS: No, con oración. Simplemente levanté mis manos a Dios, como hice ante el Mar Rojo, sólo que esta vez olvidé mi vara. Cuando levantaba mis manos, ganábamos, pero cuando las bajaba, perdíamos. Así que les pedí a mis amigos que me sostuviesen los brazos hasta que los amalecitas hubiesen pasado a ser historia y ganamos.
PTS: Aguarda un segundo. ¿Piensas que el pararte sobre una colina con tus manos en alto marcó una diferencia?
MOISÉS: No ve ningún amalecita por aquí, ¿verdad?
PTS: ¿No te parece extraño que el general del ejército se quede sobre una colina mientras los soldados pelean en el valle?
MOISÉS: Si la batalla hubiese sido en el valle allí habría estado, pero no era allí donde se llevaba a cabo la batalla.
PTS: Extraña estrategia la tuya.
MOISÉS: Quieres decir que si tu padre fuese más grande que la persona que te propina una golpiza, ¿no lo llamarías?
PTS: ¿Qué?
MOISÉS: Si algún tipo te tiene en el suelo y te está dando golpes, y tu padre está a una distancia que pueda escucharte y te ha dicho que lo llames siempre que necesites su ayuda, ¿qué harías?
PTS: Llamaría a mi padre.
MOISÉS: Eso es lo único que hago. Cuando la batalla es demasiado grande, le pido a Dios que se haga cargo. Llamo al Padre para que pelee por mí.
PTS: ¿Y viene?
MOISÉS: ¿Has visto últimamente algún judío construyendo pirámides?
PTS: A ver si entendí esto bien. Una vez vences al enemigo quedándote quieto y otra ganas la batalla levantando los brazos. ¿De dónde sacaste todo eso?
MOISÉS: Bueno, si te lo dijese, no me creerías.
PTS: Haz la prueba.
MOISÉS: Pues verás, había cierta zarza ardiente y me habló…
PTS: Tal vez tienes razón. Guardemos eso para otro día.

La segunda entrevista nos adelanta un par de siglos en la historia. Aquí encontramos al rey Josafat (RJ) en una entrevista de posguerra con la Crónica de Jerusalén (CJ) en el campo de batalla de Sis.
CJ: Felicitaciones, Rey.
RJ: ¿Por qué?
CJ: Acaba de derrotar a tres ejércitos a la misma vez. Derrotó a los moabitas, a los amonitas y a los del monte de Seir.
RJ: Ah, yo no hice eso.
CJ: No sea tan modesto. Díganos lo que piensa con respecto a estos ejércitos.
RJ: Gente grande. Fuertes guerreros. Malos como serpientes.
CJ: ¿Qué sintió al enterarse que se aproximaban?
RJ: Tuve miedo.
CJ: Pero lo controló con bastante calma. Esa sesión de estrategia con sus generales debe haber dado resultado.
RJ: No la tuvimos.
CJ: ¿No tuvieron una reunión ni una estrategia?
RJ: Ninguna de las dos.
CJ: ¿Qué hizo?
RJ: Le pregunté a Dios qué hacer.
CJ: ¿Qué dijo Él?
RJ: Al principio nada, así que hice que algunas personas le hablaran junto conmigo.
CJ: ¿Su gabinete realizó una sesión de oración?
RJ: No, mi nación se puso a ayunar.
CJ: ¿Toda la nación?
RJ: Por lo visto, todos excepto usted.
CJ: Este, bueno, ¿qué le dijo a Dios?
RJ: Bueno, le dijimos a Dios que era el Rey y que aceptábamos cualquier cosa que quisiese hacer, pero que si no le molestaba, nos gustaría su ayuda para resolver un gran problema.
CJ: Y en ese momento fue que llevaron a cabo su sesión de estrategia.
RJ: No.
CJ: ¿Qué hicieron?
RJ: Nos paramos delante de Dios.
CJ: ¿Quién?
RJ: Todos nosotros. Los hombres. Las mujeres. Los bebés. Todos quedamos de pie y esperamos.
CJ: ¿Qué hacía el enemigo mientras tanto?
RJ: Se iba acercando.
CJ: ¿Fue en ese momento que animó al pueblo?
RJ: ¿Quién le dijo que animé al pueblo?
CJ: Bueno, simplemente supuse…
RJ: En ningún momento le dije nada al pueblo. Sólo me mantuve atento. Después de un rato un joven de nombre Jahaziel levantó la voz y dijo que el Señor había dicho que no nos desanimásemos ni temiésemos porque la batalla no era nuestra, sino de Él.
CJ: ¿Cómo supo que hablaba de parte de Dios?
RJ: Cuando pasa tanto tiempo como yo hablando con Dios, aprende a reconocer su voz.
CJ: Increíble.
RJ: No, sobrenatural.
CJ: ¿Entonces atacaron?
RJ: No, Jahaziel dijo: «Paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros».
CJ: En alguna parte he oído eso.
RJ: Es de la cosecha de Moisés.
CJ: ¿Entonces atacaron?
RJ: No, entonces cantamos. Es decir, algunos cantaron. No soy muy entonado así que incliné mi rostro y oré. Dejé que los otros cantasen. Tenemos un grupo, los levitas, que verdaderamente saben cantar.
CJ: Un momento. Sabiendo que el ejército se acercaba, ¿cantaron?
RJ: Algunas canciones. Luego le dije al pueblo que fuese fuerte y tuviese fe en Dios y luego marchamos al campo de batalla.
CJ: ¿Y usted dirigió el ejército?
RJ: No, pusimos a los cantantes al frente. Y mientras marchábamos, ellos cantaban. Y mientras cantábamos, Dios ponía emboscadas. Y cuando llegamos al campo de batalla, el enemigo estaba muerto. Eso fue hace tres días. Nos llevó todo ese tiempo limpiar el área. Hoy volvimos para llevar a cabo otra reunión de adoración. Venga aquí, quiero que escuche cómo cantan estos levitas. Le apuesto diez siclos que no puede permanecer sentado cinco minutos.
CJ: Espere. No puedo escribir esta historia. Es demasiado rara. ¿Quién la creerá?
RJ: Simplemente escríbala. Los que tengan problemas que pueden resolver por cuenta propia se reirán. Y los que tengan problemas que sólo pueden resolverse con la ayuda de Dios orarán. Deja que ellos decidan. Vamos. La banda está afinando. No querrá perderse la primera canción.

¿Qué te parece entonces? ¿Qué hace Dios cuando nos encontramos en aprietos? Si Moisés y Josafat nos sirven de ilustración alguna, esa pregunta puede responderse con una palabra: pelea . Él pelea por nosotros. Entra al cuadrilátero, nos dirige a nuestra esquina y se hace cargo. «Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» ( Éxodo 14.14 ).
A Él le corresponde pelear. A nosotros nos corresponde confiar.
Sólo confiar. No dirigir. No cuestionar. No arrebatarle el volante de las manos. Nos corresponde orar y esperar. No hace falta nada más. No se necesita nada más.
«No caeré, porque Él es mi refugio» ( Salmo 62.6 , Versión Popular).
De paso, ¿fue impresión mía o es que detecté unas risitas cuando anuncié mi descubrimiento arqueológico?
Algunos no me creyeron, ¿verdad?
Vaya, vaya, vaya… Sólo por eso tendrás que esperar hasta el siguiente libro para contarte acerca del diario de Jonás que encontré en una tienda de libros usados en Wink, Texas. Adentro todavía tiene algunas tripas de ballena.
Y tú pensabas que bromeaba.

Fuente : Cuando Dios susurra tu nombre -- Max Lucado

LEVANTATE !!!! aleja la depresión

1 El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; 2 a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; 3 a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya ( Isaias 61 : 1—3 )

Estas cosas os he hablado para que mi gozo este en vosotros y vuestro gozo sea cumplido ( Juan 15 : 11 )

Muchos personajes bélicos pasaron momentos de angustia y depresión :
Elías :
Cuando desafió a los profetas de Baal en un duelo espiritual para demostrar quien era el verdadero Dios.
Luego de que los dioses de los profetas de Baal NO contestaron , a pesar que los 450 de ellos gritaron y deliraron nada pasó.
Pero Elías Lugo de empapar 3 veces con agua el altar y el holocausto , y luego de orar al Jehová el Dios viviente , un fuego consumidor bajo del cielo y consumió todo desde la ofrenda hasta evaporar toda el agua (1 Reyes 18 y 19 )
Luego de esta gran victoria y regocijo Elías se entero que Jezabel lo buscaba para matarlo y se escondió en una cueva lleno de miedo y con ganas de morir : “ Basta ya Jehová , quítame le vida porque no soy mejor que mis padres “ ( 1 Reyes 19 : 4 )
David :
El también conoció los altos y bajos de la depresión “ Sálvame OH Dios porque las aguas han entrado a mi alma , estoy hundido en cieno profundo donde no puedo hacer pie…. Cansado estoy de llamar ( Salmos 60 : 13 )
¿ Porque te abates o alma mía y te turbas dentro de mi ? ( Salmos 42 : 11 )

Pedro :
Luego de pasar 3 años con el Señor y ver toda clase de milagros , de haber declarado que Jesús era el Cristo el hijo de Dios , niega al Señor 3 veces ( Lucas 22 ) Entonces vuelto el Señor lo miro a los ojos y Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús . Habiendo cantado el gallo Pedro lloro amargamente.
Pablo :
El sufrió toda clase de pruebas y tribulaciones escribiendo alguno de los libros de la Biblia mas famosos en el confinamiento de las cárceles , agotado , azotado y con amigos que lo habían dejado “ No queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación , que fuimos abrumados sobremanera mas allá de nuestras fuerzas de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar nuestras vidas ( 2 Corintios 1 :8 )

La depresión :
Millones sufren de depresión tanto en lo emocional como en lo físico y muchas son las causas ( Muerte de un cónyuge , divorcio , separación , perdida de empleos o bienes , falta de amor , salud , enfermedades físicas y psíquicas …. etc. ) Pero lo común a ella es que la persona termina en un estado en donde se retrae y comienza a quedarse sola , generalmente esta ansiosa o preocupada o deja de tener interés por las personas y las cosas , además de si misma.
Se calcula que mas del 90 % de las enfermedades físicas son de causa emocional y espiritual PORQUE ¿?
Porque se libra en cada uno de nosotros una batalla por la mente de pensamientos de desaliento , desesperación , y desengaño que quieren apagar la FUERZA del gozo , paz y amor.
Es una lucha que esta aclarada en la Biblia
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
( Efesios 6:11 )
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14 Estad., pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, ( Efesios 6 : 13—17 )
Pero como hacemos con esos pensamientos que nos deprimen y nos tiran abajo ¿? Con esas emociones que nos aplasten por dentro ¿?
Tengan en cuenta que en las personas primero aparece el pensamiento y a partir de El se genera una emoción o sentimiento , este es el mecanismo básico del funcionamiento de nuestra mente por lo tanto CUAL es la salida ¿?
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo ( 2 Corintios 10 : 3—5 )
Cuando estamos deprimidos a menudo tenemos todo tipo de pensamiento de inferioridad , de fracaso y tristeza , tenemos que dárselos a Cristo porque EL es el único que puede manejar esto , nosotros no vamos a poder , porque El es el que venció : Todo lo puedo en Cristo que me fortalece ( Filipenses 4 : 13 ) Acá el punto no esta en “ Todo lo puedo “ sino en lo que sigue EN CRISTO “
Jesucristo es el camino , LA VERDAD y la vida … Toda destrucción de pensamientos negativos tienen que ser afrontados con la VERDAD que es la Palabra de Dios o sea la Biblia .A medida que leamos la Biblia y con la ayuda del Espíritu Santo se va a ir alumbrando nuestro camino , porque : Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Más el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos. ( Romanos 8 : 26—27 )
Porque la palabra de Dios es : “ Lámpara a mis pies es tu palabra y lumbrera a mi camino “ y porque Dios es luz y no hay tinieblas en El . ( Juan 1 : 5 )

Si estas deprimido podes hacer esta oración

Querido Señor Dios nuestro y Padre amado :
Estoy desalentado y deprimido , quiero poner en tus preciosas manos todo lo que me angustia porque yo no puedo manejarlo , solo tu puedes romper estas ataduras de mi vida.
Aunque mis problemas me rodeen y estén sobre mi , Tu OH Dios estas por arriba de mis problemas , porque eres Dios y todo esta en tus manos por eso
Te mirare a ti el autor de la vida y a Jesucristo el autor de mi salvación para que tu Dios mis seas la fuente de mi gozo.
Quiero agradecerte porque te tengo a ti Dios amado para recurrir a tu sanidad , amor y perdón , porque mas allá de todo lo que me sucede , mi nombre esta en tu libro de la vida y mi ciudadanía esta contigo en los cielos.
Lléname de tu gozo , lléname de tu amor que va mas allá de mi comprensión , te doy gracias por tu liberación , aun de antemano porque no hay nada imposible para ti.
Declaro que Jesucristo el Señor de mi vida y autor de mi Fe y que tu Señor eres mi Dios
Gracias Padre por tu liberación , te pido y te agradezco todas estas cosas en el bendito nombre de Jesucristo
Amen


Porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6 de manera que podemos decir confiadamente:
El Señor es mi ayudador; no temeré
Lo que me pueda hacer el hombre. ( Hebreos 13 : 6 )

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. ( Hebreos 12 : 2 )

8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. 9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. ( Filipenses 4 : 8—9 )

14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. ( Efesios 3 : 14—20 )

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.
13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. 15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.
16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. 17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. ( 2 Corintios 4 : 7—18 )

26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Más el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito:

Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;

Somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. ( Romanos 8 : 26—39 )

1 El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.
3 El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
4 Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad.
5 No temerás el terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día,
6 Ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.

7 Caerán a tu lado mil,
Y diez mil a tu diestra;
Mas a ti no llegará.
8 Ciertamente con tus ojos mirarás
Y verás la recompensa de los impíos.

9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
10 No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada.

11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti,
Que te guarden en todos tus caminos.
12 En las manos te llevarán,
Para que tu pie no tropiece en piedra.
13 Sobre el león y el áspid pisarás;
Hollarás al cachorro del león y al dragón.
14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré;
Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
15 Me invocará, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia;
Lo libraré y le glorificaré.
16 Lo saciaré de larga vida,
Y le mostraré mi salvación.
( Salmo 91 )

7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. ( 1 Pedro 5 : 7 )

Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre uno somos. ( Juan 10 : 27—30 )

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. ( Juan 14 : 6 )

Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás..... 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.( Juan 6 : 35—40 )


Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. ( Mateo 28 : 20 )



Letra de Levantate y Resplandece de Marco Barrientos

Abre tus puertas por que tu amanecer llego
tu sol hoy brilla, tu luz nunca se apagara
soy tu salvador soy tu redentor quien te da seguridad
eres fuerte en mi

un sonido nunca oído un estruendo celestial
Levantate y Resplandece hoy
con mi luz mi poder te cubrira
Resplandece en las naciones
sin temor brillaras levantate

Levantate