Rick Warren – Usando lo que Dios nos dio

Dios merece lo mejor de ti. Él nos formó con un propósito y espera que explotes al máximo lo que te ha dado. Él no quiere que envidies ni te preocupes de las habilidades que no posees, sino que te enfoques y uses los talentos que te ha dado.

Cuando intentas servir a Dios de maneras para las que no estás formado, es como meter un cubo a la fuerza dentro de un círculo, es frustrante y produce resultados limitados. También es una pérdida de tu tiempo, de tu talento y de tu energía.

La mejor manera de vivir tu vida es sirviendo a Dios de acuerdo a tu forma, para lo cual debes descubrir tus dones, aprender a aceptarlos y a disfrutarlos de modo que puedas desarrollarlos a su máxima expresión.

Descubre tu forma

La Biblia dice: “No actúes desconsideradamente, sino trata de encontrar y hacer lo que sea que el Señor quiere que hagas” (Efesios 5:17, BAD). No dejes que otro día se te vaya. Comienza a encontrar y clarificar lo que Dios quiere que seas… y hazlo.

Comienza evaluando tus dones y recursos. Tómate un tiempo, mira honestamente en lo que eres bueno y en lo que no lo eres. Haz una lista. Pregúntales a otras personas su opinión sincera. Diles que estás buscando la verdad y no cumplidos.

Los dones espirituales y las habilidades naturales son siempre confirmados por otros. Si piensas que has sido dotado para ser maestro o cantante, y otra persona no está de acuerdo contigo, ¿qué crees? Si quieres saber si tienes el don de liderazgo, ¡pues mira sobre tus hombros! Si nadie te sigue, no eres un líder.

Haz preguntas como estas: ¿Dónde he visto frutos en mi vida que otras personas puedan confirmarlos? ¿En qué he visto que soy exitoso?

La evaluación de tus dones espirituales y los inventarios de tus habilidades pueden tener valor, pero son limitados en su utilidad. En primer lugar, están estandarizadas de manera que no cuentan dentro de tu singularidad. Segundo, no hay definición de los dones espirituales enlistados en la Biblia; de manera que cualquier definición es arbitraria y representa casi siempre un prejuicio denominacional.

“Por cuanto nosotros mismos hemos sido moldeados en todas estas partes, excelentemente formadas (…) sigamos adelante y seamos aquello para lo que fuimos creados” (Romanos 12:5, PAR).

La mejor manera de descubrir tus dones y habilidades es experimentando en las diferentes áreas de servicio. Yo pude haber tomado cientos de exámenes para determinar mis dones y habilidades cuando era joven, y nunca haber descubierto que recibí el don de la enseñanza ¡porque nunca enseñé! Sucedió solo después de que comencé a aceptar oportunidades para hablar que vi más resultados, recibí confirmación de otros, y me di cuenta de que “¡Dios me había dotado para que hiciera eso!”

Muchos libros llegan a descubrir este proceso al revés. Enseñan: “Descubre tu don espiritual para que conozcas qué ministerio se supone que tienes”.

Realmente esto opera de manera opuesta. Comienza sirviendo, experimenta en diferentes ministerios y descubrirás tus dones. Hasta que realmente no te involucres en el servicio, no sabrás para qué eres bueno.

Tienes docenas de habilidades y dones escondidos que no sabes que los tienes, porque nunca los has puesto a prueba. Así que te exhorto a que hagas cosas que nunca antes has hecho. No importa cuán viejo seas, te insto a que no dejes de experimentar.

He conocido muchas personas que han descubierto talentos escondidos a sus setenta y ochenta años. Conocí a una corredora de noventa años que ganó una carrera de diez kilómetros, sin descubrir que disfrutaba correr ¡hasta que llegó a los setenta y ochos años de edad!

No trates de encontrar tus dones antes de enrolarte a servir en algo. Simplemente, empieza a servir ya. Descubre tus dones involucrándote en el ministerio.

Intenta enseñar, dirigir, organizar, tocar un instrumento o trabajar con los jóvenes. Hasta que realmente no te involucres en el servicio, no sabrás para qué eres bueno. Si no funciona, llámalo “experimento”, no fracaso.

Eventualmente descubrirás para qué eres bueno. Considera las oportunidades y la personalidad. Pablo aconsejó: “Haz una exploración cuidadosa de quién eres y el trabajo que estás haciendo para que entonces te sumerjas en él” (Gálatas 6:4b, PAR). Otra vez, esto ayuda a recibir retroalimentación de quienes mejor te conocen.

Pregúntate a ti mismo: ¿Qué es lo que realmente disfruto hacer? ¿Cuándo me siento vivo completamente? ¿qué es lo que hago cuando pierdo la noción del tiempo? ¿Me gusta la rutina o la variedad? ¿Prefiero servir en equipo o por mí mismo? ¿Soy introvertido o extrovertido? ¿Soy más pensador que perceptivo? ¿En qué disfruto más, compitiendo o cooperando?

Examina tus antecedentes y extrae las lecciones que aprendiste. Revisa tu vida y piensa en cómo ha sido formada. Moisés les dijo a los israelitas: “Recuerden hoy lo que han aprendido acerca del Señor a través de sus experiencias con él” (Deuteronomio 11:2, PAR).

Raras veces vemos el buen propósito de Dios en el dolor, el fracaso o la vergüenza mientras lo vivimos. Cuando Jesús le lavó los pies a Pedro, le dijo: “Tú no sabes ahora lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás” (Juan 13:7). Solo en retrospectiva entendemos cómo Dios usa los problemas para bien. Extraer las lecciones de tus experiencias toma tiempo.

Te recomiendo que tomes un fin de semana completo para un retiro, y hagas una revisión de tu vida, en la que puedas hacer un alto para que veas cómo Dios ha trabajado en momentos decisivos en tu vida y consideres cómo quiere que uses esas lecciones para ayudar a otros.

Por Rick Warren

La victoria de la Cruz de Cristo -- David Wilkerson



Era la noche anterior a la crucifixión de Cristo. Jesús había reunido a sus discípulos en un aposento alto para prepararlos para su partida de la tierra. Después que ellos compartieron una comida juntos, el Señor tomó una toalla y procedió a lavar los pies de los hombres.

Esa tarde, Jesús les dijo a estos fieles seguidores que el iba a ser “levantado” (significando: crucificado) por las manos de hombres malvados. Cuando Él les dijo esto, les estaba advirtiendo acerca de lo que estaba por venir.

Jesús terminó su mensaje hacia ellos diciendo: “Salí del Padre,… otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” (Juan 16:28).

A esto, los discípulos respondieron, “He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas… por esto creemos que has salido de Dios (16:29-30).

Los discípulos estaban dejando que Jesús supiera que ellos entendieron claramente lo que les había diciendo. Aún, más importante, toma nota de sus palabras en el último versículo: “Ahora entendemos… creemos…”

Parecía que una gran fe había poseído sus almas. Estos hombres estaban declarándole a Jesús, “Ahora vemos, Jesús. Ahora sabemos. ¡Ahora creemos!”

Todo esto parece sugerir que los discípulos estaban preparados para los días terribles, sangrientos por venir.

Cuando Cristo planteó esta interrogación, les estaba preguntando a sus discípulos, en otras palabras:

¿Entienden lo que lo que tendrá lugar en adelante? ¿Serán capaces de beber de la copa que voy a beber? ¿Están listos para creer, cuando mañana me verán colgando como desvalido en la cruz?

“¿Aún creerán cuando parezca que Yo no tengo poder sobre los hombres y los demonios? ¿Se mantendrá su fe cuando vean que mi Padre me haya dejado en las manos de enemigos por un período? ¿Resistirá firme su convicción entonces?

¿Durará su fe cuando ustedes vean mi rostro estropeado más allá del reconocimiento? ¿Qué pasará con su convicción en esa hora, cuándo parezca que su Salvador no tiene poder para salvarse aún así mismo?

“Díganme, ¿ustedes creen ahora? ¿Realmente creen?”

He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo” (Juan 16:32).

Esta hora de prueba inmediatamente siguió por los talones a muchas horas dulces de amorosa comunión. Piensa acerca de esto: Solamente unas horas antes, Jesús había lavado tiernamente los pies de los discípulos. Fue solo unas pocas horas antes que les había advertido acerca del sufrimiento y pena que iban a pasar con su crucifixión.

Aún durante la hora de prueba, rápidamente se hizo claro que los discípulos no comprendieron todo lo que Jesús les había enseñado. Qué regocijo debe haber habido en el infierno cuando esa hora pasaba. En una cantidad de tiempo tan corta, Pedro fue de jactarse de su fe a negar a Cristo y maldecir. Todos los discípulos abandonaron a Jesús, tal como él lo había predicho, "cada uno por su lado" (John 16:32), corriendo por refugio.

Antes que juzguemos a estos hombres, en cambio, vamos a imaginarnos que nosotros también hubiéramos estado cerca de la cruz ese día. ¿Qué ocurriría si hubieras oído el clamor de Jesús, “Padre, por qué me has desamparado?” ¿Qué pensamientos hubieran pasado por tu mente? Supongo que hubieras tenido los mismos pensamientos que los discípulos tuvieron. Como ellos, tú también pudieras haberte preguntado:

“¿Dónde está la mano de Dios en toda esta pena y sufrimiento? ¿Dónde está el Padre ahora mismo? ¿Por qué permitiría él que una cosa tan horrible sucediera, después de todo lo que Jesús prometió acerca de su reino?

Estas eran las clases de pensamientos que llevaron directamente a los discípulos a un pozo de desesperación. Ellos deben de haber temblado, pensando, “Pensamos que Él era muestra esperanza.” Ahora ellos vieron su esperanza siendo desbaratada ante ellos.

Satanás probablemente sintió una satisfacción oculta en esta hora. Él podría haber pensado que veía un modelo entre la gente del Dios, uno que era para su beneficio. Me lo imagino pensando, " Esto es una imagen de lo que debe venir. Los seguidores de Cristo van a doblarse a medida que padezcan dolor y sufrimiento. Ellos se debilitarán tan pronto como el problema golpee. Una vez que ellos tomen su propia cruz, ellos se deshacerían de su fe. "

De hecho, la escena en el Calvario no se veía como una victoria. Pero algo esta trabajando en ese día que Satanás no sabía. Era algo que el diablo nunca comprendería acerca de nuestro bendito Salvador. ¡Estoy hablando acerca de la inescrutable misericordia de Dios en Cristo!

Algo increíble ocurre una vez que una persona recibe a Jesús como Señor. Una vez que le dan la espalda al mundo y lo siguen a Él, ellos sin amarrados por siempre con inquebrantables cuerdas de amor. Considera la descripción de Pablo de su inescrutable misericordia:

¿Quién nos separará del amor de Cristo?... ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35, 38-39).

A pesar de del avergonzante fracaso de los discípulos, la misericordia de Dios estaba trabajando plenamente a través del Espíritu Santo. Y esa misericordia determinó la victoria después del oscuro día de la cruz. Una semilla de fe se había implantado en los seguidores de Jesús, y sus casas habían sido construidas sobre la roca. Sus casas fueron sacudidas, por supuesto, mientras tormentas satánicas golpeaban sobre las paredes y poderosas olas golpeaban duramente los cimientos. Pero cuando la tormenta pasó, esas casas estaban de pie.

La semilla de fe no estaba muerta. ¡Estaba completamente viva! Las oraciones de Jesús habían prevalecido, ¡La fe de sus seguidores no falló!

Nadie puede enumerar todas las amorosas misericordias y las múltiples bendiciones de su sangre derramada. Pero quiero gloriarme en una victoria en particular: el perdón de todos los pecados pasados.

“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:7, 9).

Es de gran importancia que cada seguidor de Jesús se agarre firmemente de esta gloriosa verdad. Apropiarse de ello es todo lo que tenemos que hacer ya que mantendremos una fe victoriosa en medio de terribles aflicciones. De hecho, en días de incertidumbre, este asunto de descansar en el perdón de Cristo es crucial.

Muchos de los que hemos servido a Jesús fielmente durante los años nos hemos vuelto más y más seguros de que nuestra fe puede resistir cualquier horno ardiente. Como los discípulos, damos testimonio, " Ahora veo, Señor. Ahora creo". Agradecemos a Dios que Cristo ha abierto nuestros ojos a sus propósitos eternos.

Entonces, de pronto estamos enfrentándonos a una crisis abrumante, enorme. Nos damos cuenta de que hemos entrado en un horno siete veces más caliente que cualquier otro que nunca habíamos conocido. Nos hemos encontrado cara a cara con una batalla tan dolorosa, una lucha tan agotadora, nuestra casa comienza a temblar. Y pronto está siendo inundada con cargas y miedos.

Este predicador había enfrentado él mismo grandes sufrimientos en vida. Él habló por multitudes de cristianos cuando escribió, “La primer cosa que muchos preguntan es, ¿Qué he hecho? ¿Dios, te fallé?

Esta es una carta que ilustra, la recibí de una querida hermana en Cristo. Ella escribió lo siguiente de su gran sufrimiento:

“Parece que las duras pruebas no cesarán, ni aún por período de tiempo para descansar. No sé si esto es un castigo del Señor.

“Me he cuestionado si los problemas de mi familia se deben a mi vida antes de que fuera salva. Le he preguntado al Padre una y otra vez si ese era el caso, porque simplemente no lo sé.

“A veces siento que eso es, entonces mi castigo es más de lo que puedo aguantar al mismo tiempo. Preferiría llevar el castigo yo misma que por mis familiares para sufrir por mis anteriores pecados.

“Yo amo al Señor, y volverle la espalda a Él no es una opción para mí. Él es mi vida. Pero recientemente he sentido que habría sido mejor si yo nunca hubiera nacido. Entonces mis hijos no estarían aquí sufriendo.

“También he sentido en momentos que solamente quiero ir a casa para estar con Jesús. Pero esto es egoísta porque mis hijos me necesitan.

“Por favor, si usted tiene cualquier comentario acerca de esto que pueda poner en orden mi mente, lo apreciaría tanto.”

Yo te digo lo mismo que le diría a esta mujer: Oye las palabras del apóstol Pablo. Él escribe: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados(Romanos 3:24-25, mis itálicas).

Somos limpiados a los ojos de Dios por su inmerecido perdón. Toda culpabilidad, temor y condenación son disipados. ¡Todos los cargos pasados son borrados!

En resumen, Dios no mantiene más esos pecados en tu contra. Él te ha reconciliado para con Él mismo sin enajenación de su parte. Increíblemente, el Señor hizo la provisión para esta reconciliación mientras tú estabas todavía en el pecado. ¿Te pregunto, cuánto más se aplica esta reconciliación ahora que has confiado en la victoria de la cruz?

Según Pablo, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:8-10).

Finalmente Pablo nos dice, “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (8:1). El pecado ha perdido todo su poder para condenar. Y esto ocurrió en la cruz de Cristo.

Algunas consecuencias del pecado pueden ser causadas por hábitos pasados. Asimismo, los castigos del Señor a menudo acompañan al pecado. No obstante como un hijo de Dios debes colocar una cosa en tu mente, de una vez por todas: Dios nunca castiga a sus hijos en ira.

“Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Hebreos 12: 6-7).

Nunca eres más amado que cuando eres castigado o corregido por el Señor. De hecho, el proceso entero del castigo tiene que ver completamente con el deseo de Dios para ti. Todo esto significa el llevarte al conocimiento y gloria de Él mismo.

Con todo y eso no te equivoques: La Biblia les llama dolorosos a esos tiempos: no son de ninguna manera de gozo: “Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo” (12:11). No obstante, se nos dijo “pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados [sido entrenados por ella]” (mismo versículo).

A través de los años he tenido que sofocar muchos de los dardos y mentiras de Satanás. Hoy proclamo con seguridad, “Dios no está enojado conmigo, Y, querido seguidor de Jesús, Él no está enojado contigo. ¡Por lo tanto apaga todo lo distinto que el diablo dice!”

En la cruz, la misericordia y la paz tomaron un rostro. Era el rostro de un humano — Jesucristo. A lo largo de la historia, cada vez que un hijo de Dios ha confiado plenamente en el poder limpiador y sanador de la sangre de Cristo, paz ha sido prometida. Es la paz de Dios, la misma paz que gobierna al paraíso.

Las palabras de Pablo en este tema son para que cada creyente las aplique en su propia caminata:

Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:15, mis itálicas).

Querido santo, esta es nuestra esperanza en todas nuestras batallas: Deja que la paz de Dios gobierne tu corazón descansando en las promesas de Dios. “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera” (2 Tesalonicenses 3:16).

Puede, la siguiente oración de Pablo convertirse también en nuestra, en estos días de incertidumbre:

La Victoria de la Cruz de Cristo

El Poder Purificador y Sanador de Cristo

“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13).

¡Agradece a Dios por su gozo y paz! Amén.

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YO PUEDO SER SANTO -- Marco Barrientos

¡Yo puedo ser santo!

Por Marcos Barrientos

Dios quiere que seas santo, cuando le pides al Espíritu Santo de Dios que entre en tu corazón su naturaleza ser santo entra en tu corazón.


Muchas veces en esta carrera hay momentos de duda y de desesperación, no sabemos si vamos a llegar a la meta, la experiencia para alguien que corre una maratón es tan terriblemente demandante para el cuerpo, son cuarenta y dos kilómetros que se corren entre dos horas y seis a diez minutos, todo el cuerpo entra en crisis, los pies parece que corrieran sobre clavos, la cabeza les duele, todo dentro de ellos les grita detente, párate, me estas matando no puedo seguir corriendo, estás loco detente.

La carrera se corre con paciencia, proviene del griego ukomone, que es bajo presión, soportar un peso, soportar la presión de algo, si corres con paciencia te aguantas para no rajarte, para no echarte para tras. Después de los instantes de esa crisis espantosa sucede algo que es un segundo aire, que proviene no se sabe de dónde y se quita el dolor de cabeza, de los pies, como si alguien le hubiese dado alas o le hubiere empujado, y llega a la meta, pero antes hubo un momento donde todo le dijo las carreras no son para ti, habrá aquí alguien que está en crisis hoy?, estás a punto de tirar la toalla y decir ya no más?.

Cuando recibimos la salvación como un regalo de Dios empezamos a vivir una nueva vida en Cristo, Corintios de modo que ahora nueva criatura somos, las cosas viejas han pasado. Los primeros discípulos perseveraban no solo en el partimiento del pan sino también en doctrina, Jesucristo es la verdadera teología, cuando sabemos que somos nuevas criaturas, la naturaleza divina la recibimos cuando recibimos al Espíritu Santo en nuestro corazón.

Seamos hacedores de la Palabra de Dios, registrando primero que todo lo que Dios te habla.

CINCO PUNTO PRACTICOS PARA OBTENER LA SANTIDAD:

1. Separación, ser apartado para Dios, separados de la corrupción y consagrados para Dios. Dios quiere que seas santo, cuando le pides al Espíritu Santo de Dios que entre en tu corazón su naturaleza ser santo entra en tu corazón, recibí a Jesucristo a los diecisiete años y ya había vivido cosas que contaminaban, como la televisión, donde recibía información distinta a lo que Dios quería para mí. En mí desespero de no ser aún santo corte el cable de la parabólica, unos minutos después me decía que burro para que corte el cable pero todo tiene un precio, tienes que aprender que es más valioso para ti si entretenerte, o de una vez marcar una línea y decir esto es todo para mi, es Cristo. Unos días después de haber entregado mi vida a Jesucristo subí al techo de mi casa a un tambo de la basura y vacié las revistas que había estado coleccionando y que no me convenían, las prendí en llamas pero aún así había una voz que me decía estúpido para que haces eso y ahora qué?, es una batalla, hay una lucha en tu mente y en tu corazón que no puedes ignorar. La santificación es el proceso por el cual somos separados de la corrupción y guardados para Dios. Si eres cristianos y aún estás juntándote con esos que llamándose así aún hablan de lo que no deben te digo no te juntes con ellos, hay gente que te puede influenciar para bien y otros para mal, la santificación es una obra del Espíritu Santo 1 Pedro 2:2, Yo me dispongo y hago ciertas cosas que me posicionan delante de Dios pero es el Espíritu Santo quien lo hace, el respeto viene como resultado del carácter.

2. Posición, Dios te ha hecho santo por medio de la Sangre de Jesucristo 1Corintios 2:4, la santidad es una posición. Ofendemos con nuestras palabras y acciones, no estamos en un punto en que seamos infalibles, el único infalible es Jesucristo el Hijo de Dios, Jesucristo Hombre de naturaleza nueva completamente, podemos tropezar y caer, en ese caer hay un conflicto, hay un nivel en el que estamos bajo una expectativa de condenación, muy pocas personas entran en esa desesperación porque literalmente se ven quemados en el infierno, los que lo hacen se convierten en gente profundamente agradecida, y el Señor los salva, las cosa viejas pasaron, el Señor las hace todas nuevas. Sin embargo después de ser salvos si tropezamos y caemos pero sobre otra base, sobre otra posición, con mucho cuidado con aquellos que desprecian la gracia que se les da y creen que pueden caer cada vez, no es verdad que por caer estás descalificado, si confesares tus pecados El es fiel y justo para perdonar tus pecados y librarte de toda maldad, cuando hay un tropiezo el Espíritu Santo no viene con una correa a pegarte, sino que te dice “Levántate y resplandece hoy” Siempre hay una confesión y un decir que dice Señor reconozco mis pecados perdóname lávame, y el Consolador te dice te voy a ayudar para que no vuelvas a caer, aún cuando cojeas por la debilidad de tus rodillas no caerás otra vez Yo te voy a cargar. La muerte de Jesús te ha hecho libre no importa cúan perverso hubieres sido, el justo está confiado como un león, no somos gusanos, ni cucarachas, ni ratones, estamos confiados en quienes somos en Cristo Jesús. Somos Justos por la Sangre de Jesucristo, puestos los ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra Fe. Llegaré a la meta.

3. Proceso: Continuo de crecimiento y madurez, Colosenses 21:23 te insta a permanecer firme en la fe, cuando tenía diecisiete años recién recibí a Cristo un miércoles en la noche en un estudio bíblico, un viejito hablaba del libro de Apocalipsis, y al terminar se puso en pie una persona que dijo hay alguien que quiera entregar su corazón a Jesucristo, había una angustia en mi que me asfixiaba, necesitaba paz, y con fe oré a Dios quien empezó a hacer la obra de transformación, al tiempo estaba frustrado y aún no había roto con situaciones que me desviaban de lo que quería, caí de rodillas llorando y algo más allá de la sensación de frustración, fueron lagrimas muy profundas era el mismo Espíritu de Dios gimiendo dentro de mi, salieron demonios de mí, fui libre de todos, comenzó luego de eso una nueva etapa en mi vida. Hay veces que hay liberación somos una nueva criatura empezamos a crecer, lo que es precioso cuando estamos pequeños tiene que crecer.

4. Decisión: La batalla principal está en la mente, 1 Pedro 1:13-15, Ceñid los lomos de nuestro entendimiento, es sujetar nuestra cintura, los muslos, el vientre, donde está el asiento de tu fuerza, la parte donde están tus órganos reproductivos, donde está tu capacidad de dar semillas. La frase ceñir los lomos del entendimiento, significa sujetar tu mente, de tu entendimiento, así aunque tu mente quiera irse lejos si no le conviene más aprieta, la santidad es una batalla que te ganas Filipenses 4:2 trabaja en tu salvación, involúcrate con aquellos que están tratando de llegar al mismo lugar, de llegar a la misma meta, trabaja en la obra, sirve al crecimiento del reino de Dios.


5.Libertad: No hemos alcanzado la perfección pero vamos a Dios a buscar gracia para vivir en libertad, el servicio es el principal catalizador de la santidad, si quieres ser santo no sucederá si sigues sentado en la silla dónde estás. Si quieres ser santo, sirve, involúcrate, participa, trabaja en la Iglesia, dile a Dios úsanos. Pon manos a la obra, y dile a Dios que te use.¡Yo puedo ser santo!

PALABRAS QUE HIEREN -- Max Lucado

Por: Max Lucado - www.maxlucado.com

El diálogo en la mañana de ese viernes era amargo.

De los espectadores:
- ¡Si eres el hijo de Dios bájate de la cruz!

De los líderes religiosos:
- A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar.

De los soldados:
- Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo
Palabras amargas. Ácido con sarcasmo. Odio. Irreverencia. ¿No era suficiente que Él estaba siendo crucificado? ¿No era suficiente que estaba siendo avergonzado como un criminal? ¿No eran suficientes los clavos? ¿Fue la corona de espinas demasiado suave? ¿Habían sido muy pobres los azotes? Para algunos, aparentemente sí.

Pedro, un escritor no dado normalmente a usar muchos verbos descriptivos, dice que quienes pasaban cerca insultos al Cristo crucificado. 1 Pedro 2:23
Ellos no sólo insultaban, hablaban o blasfemaban. piedras verbales. Tenían toda la intención de herir y lastimar.
“¡Hemos quebrantado el cuerpo, ahora rompamos el espíritu!”. De esa manera sus arcos con las flechas de su autojusticia y torturantes dardos de puro veneno.

De todas las escenas alrededor de la cruz, ésta es la que más me enoja. ¿Qué clase de personas –me pregunto- se burlará de un hombre agonizante? ¿Quién sería tan indolente como para poner sal en las heridas abiertas? ¿Cuán bajo y pervertido es hablar con desprecio a uno que está atado con dolor? ¿Quién se burlaría de una persona que está sentada en la silla eléctrica? ¿O quién señalaría con el dedo y se reiría de un criminal que tiene la cuerda de la horca alrededor del cuello? Puede estar seguro de que Satanás y sus demonios fueron la causa de tal inmundicia.

Y luego el criminal en la cruz número dos lanza su golpe:
- ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
Las palabras lanzadas ese día tenían el propósito de herir. Y no hay nada más doloroso que las palabras que tienen el propósito de herir. Esa es la razón por la que Santiago llama a la lengua un fuego. Sus llamas son tan malignas y destructoras que destrozan como las de una gran antorcha.

Pero no les estoy diciendo nada nuevo. Sin lugar a dudas usted ha tenido que soportar palabras que hieren. Usted ha sentido la tortura de un escarnecimiento bien apuntado. Tal vez usted está sintiéndolo. Alguien que usted ama o respeta lo azota en el piso con un látigo o con el fuego de la lengua. Y allí yace usted; herido y sangrando. Tal vez las palabras fueron dirigidas para herirlo, tal vez no; pero eso no importa. La herida es profunda. Los daños son internos. Corazón quebrantado, orgullo herido, sentimientos lastimados.
O tal vez su herida es vieja. Aunque la flecha fuera extraída hace mucho tiempo, la punta aún permanece... escondida debajo de su piel. El viejo dolor aflora impredecible y decisivamente recordándole las lacerantes palabras aún no perdonadas.

Si usted ha sufrido –o está sufriendo- debido a las palabras de alguien, estará contento de saber que hay un bálsamo para esta laceración. Medite en las palabras de 1 Pedro 2:23: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”
¿Ve usted qué no hizo Jesús?. Él no se desquitó. Él no devolvió la ofensa. Él no dijo: <¡Ya verás!> <¡Ven acá y di eso mismo en mi cara!>, <¡Sólo espérate hasta después de la resurrección, bobo!> No, estas declaraciones no se encontraron en los labios de Cristo.

¿Vio lo que Jesús sí hizo? Él encomendó su causa al que juzga justamente. O dicho más simplemente, dejó el juicio a Dios. Él no se hizo cargo de la tarea de buscar revancha, Él no demandó explicaciones. Él no pagó a ningún emisario ni envió a nadie con ninguna propuesta. Él, al contrario de la reacción normal, asombrosamente, habló en defensa de ellos: Lucas 23:24
Si, el diálogo en esa mañana del viernes fue amargo.

Las piedras verbales fueron destinadas a atormentar y torturar. Cómo Jesús –con un cuerpo quebrantado por el dolor, los ojos cegados por su propia sangre, y los pulmones inflándose ansiosamente en busca de aire- pudo hablar a favor de malvados sin corazón, es algo que va más allá de mi comprensión. Nunca he visto tal amor.

Si alguna vez una persona mereció una buena oportunidad para la revancha, Jesús fue esa persona. Pero Él no la tomó. En vez de eso murió por sus adversarios. ¿Cómo pudo hacerlo? Yo no sé. Pero si sé que todas mis heridas parecen insignificantes. Mis rencores y duros sentimientos se vuelven repentinamente infantiles. Algunas veces me sorprendo al ver el amor de Cristo, no tanto por la gente que toleró como por el dolor que soportó.

¡Maravillosa Gracia!

Este artículo ha sido tomado del libro: Lo mejor de Max Lucado - Editorial Unilit

CH . H . SPURGEON --- FRASES CELEBRES

“Estoy tan contento de que Dios me haya escogido antes de la fundación del mundo, porque nunca me hubiera escogido después de que nací "

"Si no tienes la intención de servir a Cristo, por lo menos salte del camino y deja que los demás le sirvan."

"Poca fe bastará para llevarnos al cielo, mas una gran fe traerá el cielo hasta nosotros."

"No es su permanencia en Cristo lo que lo salva, sino la permanencia de él en usted."

"Libremente confieso que tengo un dolor más profundo por el pecado hoy que cuando acepté al salvador más de treinta años atrás. Odio el pecado con más intensidad hoy que cuando estaba bajo convicción. Existen ciertas cosas que yo no sabía antes que eran pecado, y ahora reconozco que son pecado. Ahora tengo un sentido más agudo de la vileza en mi corazón que cuando primero vine a Cristo..."

"El dolor por el pecado es una lluvia perpétua, una ducha dulce, la cual para el hombre verdaderamente salvo dura toda la vida...Siempre se siente afligido porque ha pecado...Nunca dejará de sentirse afligido hasta que todo el pecado se halla ido."

"El dicho antiguo es tan cierto hoy como lo fue cuando se dijo por primera vez: "La vida es un maratón, no una carrerita." La vida, ciertamente, requiere perseverancia, por lo que los viajeros sabios seleccionan un compañero de viaje que nunca se cansa ni titubea. El compañero, por supuesto, es Dios. ¿Te encuentras cansado? Pide a Dios fortaleza. ¿Estás frustrado? Cree en sus promesas. ¿Estás derrotado? Ora como si todo dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera de tí. Con la ayuda de Dios, puedes perseverar ... y tú lo harás."

"Por medio de la perseverancia el caracol llegó al arca."

"Si el arca de Noé se hubiera construido en una compañía, todavía no estaría puesta la quilla. El trabajo de muchas personas es trabajo de nadie."

"Ahora he concentrado todas mis oraciones en una, y esa es esta -
que pudiera yo morir a mi mismo, y vivir solo para El."

"Creo que la penitencia dolorosa aún existe, aunque últimamente, no he oído mucho acerca de ella. La gente parece saltar en fe muy rápido en estos días...Espero que mi viejo amigo arrepentimiento no halla muerto. Estoy desesperadamente enamorado con el arrepentimiento; parece ser la hermana gemela de la fe.
No entiendo mucho acerca de la fe a ojo seco; se que vine a Cristo por el camino de cruz de llanto...Cuando vine al calvario por fe, fue con gran llanto y súplicas, confesando mis transgresiones, y deseando encontrar salvación en Jesús, y en Jesús solamente."

"Un hijo de Dios debe ser una bienaventuranza visible de gozo y felicidad, y una doxología viviente de gratitud y adoración."

"Vivimos en tiempos peligrosos: estamos pasando por un período muy lleno de incidentes; el mundo Cristiano está convulsionando; existe una gran agitación de las fundaciones antiguas de la fe; un gran cambio de las antiguas enseñanzas. La Biblia es hecha hablar hoy en un lenguaje cual nuestros antepasados no entenderían. Las enseñanzas del Evangelio, la proclamación cuál hizo a los hombres temer el pecado, y tener pavor de la eternidad, están siendo olvidadas. El Calvario está siendo robado de su gloria, el pecado de su terror, y es dicho que estamos evolucionando hacia el reinado del sentimentalismo vigoroso y bendecido, en cual el cielo y en la tierra, Dios y el hombre han de ser una pila de emociones sensacionales; ¿pero en el proceso de evolución no está el poder del evangelio debilitado? ¿Acaso no están nuestras capillas vacías? ¿No existe entre los hombres una gran indiferencia hacia las reclamaciones de Cristo? ¿Acaso no han sido las teorías de evolución dañinas en su efecto sobre este siglo? ¿Adónde está el entusiasmo ardiente por la salvación de los hombres cual se notaba en la No-conformidad del pasado? ¿Adónde está el entusiasmo noble que hizo héroes y martirios por la verdad? ¿Adónde está la fuerza que cargó la No-conformidad adelante como una gran avalancha? Ay, ¿adónde?"

"De todo lo que yo pudiera enseñarles, éste es el punto central: predicad a Cristo siempre y por siempre. Él es todo el evangelio, su Persona, sus oficios, su obra, deben ser nuestro gran tema. El mundo necesita oír hablar de Cristo". Y luego él expresaba como un deseo: "Ojalá que Cristo crucificado fuera el tema universal de todos los hombres de Dios". Y luego decía: "Bendito sea el ministerio para el cual Cristo es todo". A sus estudiantes.

“Nada agrandará más el intelecto, nada magnificará tanto el alma del hombre, como una investigación devota, seria y continua del gran tema de la Deidad. El estudio más excelente para engrndecer el alma, es la ciencia de Cristo, de Él crucificado y del conocimiento de Dios en la gloriosa Trinidad” C.H. Spurgeon, citado por Pink, The Attributes of God, p.80

“El estudio adecuado del cristiano, es la Deidad. La ciencia más alta, la especulación más elevada, la filosofía más poderosa, que puede cautivar la atención de un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, los hechos y la existencia del gran Dios, a quien él llama su Padre. Existe algo que excede toda mejoría de una mente en la contemplación de la Divinidad. Es un tema tan amplio, que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se ahoga en el infinito. Podemos comprender y abordar otros temas; en ellos sentimos algo como una autosatisfacción y seguir adelante con la idea: “Mirad, soy sabio”. Pero cuando llegamos a esta ciencia maestra, viendo que nuestra plomada no toca fondo y que nuestro ojo de águila es incapaz de ver su altura, nos alejamos con este pensamiento: “Pertenezco al ayer y no sé nada” Sermón sobre Malaquías 3:6, por C.H. Spurgeon, según cita de Pink ,The Attributes of God, p. 80.

"Si los pecadores serán condenados, al menos que salten al infierno por sobre nuestros cuerpos. Y si perecen, que perezcan con nuestros brazos en torno a sus rodillas, implorando por que se queden. Si el infierno ha de ser llenado, al menos que lo sea con nuestras exhortaciones y que nadie vaya allí sin haber sido avisado y sin que nadie haya orado por esa persona."

“Si le contáis vuestras aflicciones a Dios. Las sepultáis en la tumba. Nunca volverán a levantarse cuando las hayáis encomendado a Él. Si hacéis rodar vuestra carga a algún otro lugar, rodará de vuelta a donde estaba. Nunca he confiado en vano en una promesa de Dios. Me he visto puesto en posiciones de gran peligro, he conocido una gran necesidad, he sentido agudos dolores, y me he sentido acosado por incesantes ansiedades, pero el Señor, ha sido fiel a cada línea de Su Palabra. Cuando he confiado en Él, Él me ha llevado a través de todo sin fallar”.

“Dondequiera que el Señor hará algo nuevo, pone primero a su pueblo a orar.”

"En nuestros días oímos que los hombres sacan un versículo de la Biblia de su contexto y exclaman: '¡Eureka, Eureka!', como si hubieran encontrado una nueva verdad; cuando en realidad no han hallado un diamante genuino sino un pedazo de vidrio roto."

"El libro es una producción divina; es perfecto, y es el tribunal supremo de apelación; es el juez que termina con toda contienda. Ni en sueños blasfemaría de mi Hacedor, como tampoco pondría en tela de juicio la infalibilidad de su Palabra".

LAS BIENAVENTURANZAS -- CH Spurgeon

por Charles Haddon Spurgeon 1873

"Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." Mateo 5: 1-12.

Sermones
Uno disfruta mucho más de un sermón cuando sabe algo acerca del predicador. Es natural que, como Juan en Patmos, nos volvamos para ver la voz que ha hablado con nosotros. Volvámonos aquí, entonces, y aprendamos que el Cristo de Dios es el Predicador del Sermón del monte. El que predicó las Bienaventuranzas era no sólo el Príncipe de los predicadores, sino que estaba calificado, más que cualquier otro, para disertar sobre el tema que había elegido. Jesús, el Salvador, era el más capaz de responder la pregunta, "¿Quiénes son los salvos?" Siendo Él mismo el siempre bendito Hijo de Dios, y el conducto de las bendiciones, era el más calificado para informarnos quiénes son en verdad los bienaventurados del Padre. Como Juez, será Su oficio dividir al fin a los benditos de los malditos, y por tanto era lo más conveniente que, en majestad evangélica, declarara las bases de ese juicio, para que todos los hombres pudieran ser advertidos.

No caigan en el error de suponer que los versículos iniciales del Sermón del monte declaran cómo vamos a ser salvados, pues eso sería causa de que su alma tropiece. Ustedes encontrarán la plena luz sobre este asunto en otras partes de la enseñanza de nuestro Señor; pero aquí Él responde únicamente a la pregunta: "¿Quiénes son los salvos?" o, "¿cuáles son las marcas y evidencias de una obra de gracia en el alma?" ¿Quién más conoce mejor a los salvos que el Salvador? El pastor es quien discierne mejor a sus propias ovejas, y el único que conoce infaliblemente a los que son Suyos, es el propio Señor. Podemos considerar las marcas de los bienaventurados dadas aquí, como testimonios ciertos de la verdad, pues son dadas por Aquél que no puede errar, que no puede engañarse, y que, como su Redentor, conoce a los Suyos.

Las Bienaventuranzas derivan mucho de su peso, de la sabiduría y gloria de Quien las pronunció; y, por tanto, desde el principio se les pide su atención a ese hecho. Lange afirma que "el hombre es la boca de la creación, y Jesús es la boca de la humanidad;" pero nosotros preferimos, en este lugar, pensar que Jesús es la boca de la Deidad, y recibir cada una de Sus palabras como investidas de un poder infinito.

La ocasión de este sermón es notable. Fue predicado cuando se nos describe a nuestro Señor "Viendo la multitud." Esperó hasta que la congregación a Su alrededor alcanzara su mayor tamaño y estuviera sumamente impresionada con Sus milagros, y luego aprovechó la ocasión, como debe hacerlo todo hombre. El espectáculo de una vasta concurrencia de personas debe movernos siempre a la piedad, pues representa un montón de ignorancia, de dolor, de pecado, y de necesidad, demasiado grande para que podamos medirlo. El Salvador miró a la gente con un ojo omnisciente que captó toda su triste condición; Él vio las multitudes en un sentido enfático y Su alma se agitó ante ese espectáculo.

La Suya no fue la lágrima pasajera de Jerjes cuando pensó en la muerte de sus millares armados, sino que fue una identificación práctica con las huestes de la humanidad. Nadie se preocupaba por ellas, eran como ovejas sin su pastor, o como matas de trigo a punto de secarse y caer al suelo por falta de segadores que las segaran. Jesús, por tanto, se apresuró al rescate. Él sin duda, con placer, se dio cuenta de la avidez de la muchedumbre para escuchar, y esto lo condujo a hablar. Un escritor citado en la "Catena Aurea" (1), ha dicho atinadamente: "Todo hombre, en su propia actividad o profesión, se regocija cuando ve una oportunidad para ejercerla; el carpintero, si ve un árbol atractivo, desea derribarlo para poder emplear su habilidad en él; y de igual manera el predicador, cuando ve una gran congregación, se regocija en su corazón, y se alegra por la oportunidad de enseñar." Si los hombres se volvieran negligentes para escuchar, y nuestra audiencia menguara hasta quedar reducida a un simple puñado, sería una gran pena para nosotros cuando recordáramos que, habiendo habido muchos con la avidez de oír, no fuimos diligentes para predicarles. El que no siegue cuando los campos están blancos para la siega, únicamente podrá culparse a sí mismo si, en otras épocas, es incapaz de llenar sus brazos con las gavillas. Las oportunidades deben ser aprovechadas con prontitud siempre que el Señor las pone delante de nosotros. Es bueno pescar cuando hay muchos peces, y cuando los pájaros se juntan alrededor del cazador de aves, es tiempo que extienda sus redes.

A continuación, es digno de considerarse el lugar desde donde fueron pregonadas estas Bienaventuranzas: "Viendo la multitud, subió al monte." Si ese monte elegido es el conocido como los Cuernos de Hattin (2), no nos corresponde a nosotros debatir; que ascendió a una elevación es suficiente para nuestro propósito. Por supuesto, esto sería principalmente por la comodidad que la extendida ladera de la colina proporcionaría al pueblo, y la presteza con la que el predicador podría sentarse sobre un peñasco saliente para poder ser visto y oído por todos; pero nosotros creemos que el lugar escogido para la reunión también contenía su propia instrucción. La exaltación de la doctrina podría muy bien estar simbolizada por el ascenso al monte. De cualquier manera, es importante que todo ministro esté convencido que debe ascender en espíritu cuando vaya a disertar acerca de los encumbrados temas del Evangelio. Una doctrina que no puede ser ocultada, y que producirá una Iglesia semejante a una ciudad construida sobre un monte, comenzó a ser proclamada muy apropiadamente desde un lugar conspicuo. Una cripta o una caverna habrían sido lugares completamente inadecuados para un mensaje que debe ser pregonado desde los tejados de las casas, y predicado a toda criatura bajo el cielo.

Además, las montañas han estado siempre asociadas con distintas épocas de la historia del pueblo de Dios; el monte Sinaí es sagrado para la ley, y el monte Sión es simbólico de la Iglesia. El Calvario iba a estar conectado a su debido tiempo con la redención, y el monte de los Olivos con la ascensión de nuestro Señor resucitado. Era conveniente, por tanto, que el inicio del ministerio del Redentor estuviese vinculado a un monte tal como "la colina de las Bienaventuranzas." Fue desde una montaña que Dios proclamó la ley, y es sobre un monte que Jesús la explica. Gracias a Dios, no era un monte alrededor del cual se tuvieran que poner límites; no era la montaña que ardía con fuego, de la cual Israel huyó con miedo. Era, sin duda, un monte todo cubierto de hierba y adornado con lindas flores, en cuyos costados el olivo y la higuera pululaban, excepto en los puntos donde las rocas se abrían paso irguiéndose por entre el césped, invitando ávidamente a su Señor a honrarlas, convirtiéndolas momentáneamente en Su púlpito y Su trono. ¿Acaso no podría agregar que Jesús sentía una profunda simpatía por la naturaleza, y por tanto se deleitaba en un salón de actos cuyo piso era la hierba, y cuyo techo era el azul del cielo?

El espacio abierto era acorde con la largueza de Su corazón, y las brisas rememoraban Su libre espíritu, y el mundo alrededor estaba lleno de símbolos y parábolas, de conformidad con las verdades que enseñaba. Mejor que un largo pasillo o que hileras de palcos en un salón abarrotado, era esa grandiosa ladera de la colina como un lugar de reunión. ¡Qué bueno sería que más a menudo pudiéramos escuchar sermones en medio de un paisaje que inspire al alma! Seguramente tanto el predicador como su audiencia se beneficiarían igualmente si cambiaran una casa hecha con manos de hombres, por el templo de la naturaleza hecho por Dios.

Había enseñanza en la postura del predicador: "y sentándose," comenzó a hablar. No creemos que ni el cansancio ni lo prolongado del discurso fueran el motivo de que Se sentara. Frecuentemente se quedaba de pie cuando predicaba sermones que duraban mucho tiempo. Nos inclinamos a creer que, cuando se convertía en el intercesor de los hijos de los hombres, se quedaba de pie con Sus manos alzadas, elocuente de la cabeza a los pies, impetrando, suplicando, y exhortando con cada miembro de Su cuerpo, y con cada una de las facultades de Su mente; pero ahora que era, por decirlo así, un Juez otorgando las bendiciones del reino, o un Rey sentado sobre Su trono, separando a Sus verdaderos súbditos de los extraños y extranjeros, decidió sentarse.

Como un Maestro que tiene autoridad, oficialmente ocupó la cátedra de la doctrina, y habló ex cáthedra (3), como dicen los hombres, como un Salomón actuando como preceptor de asambleas, o como un Daniel, venido para juzgar. Se sentó como un refinador y Su palabra era como fuego. Su postura no se explica simplemente por el hecho que era una costumbre oriental que el maestro se sentara y el alumno estuviera de pie, pues nuestro Señor era algo más que un maestro didáctico. Él era un Predicador, un Profeta, un Intercesor, y consecuentemente adoptaba otras posturas cuando cumplía esos oficios. Pero en esta ocasión, se sentó en Su lugar como Rabí de la Iglesia, como Legislador del reino de los cielos investido de autoridad, como el Monarca en medio de Su pueblo. Vengan aquí, entonces, y oigan al Rey en Jesurún, al Legislador Divino, no en la entrega de los diez mandamientos, sino en la enseñanza de las siete, o si lo prefieren, de las nueve Bienaventuranzas de Su reino bendito.

Luego se menciona, para indicar el estilo de Su prédica, que "abrió su boca," y algunos altercadores de escaso entendimiento han preguntado, "¿cómo podría haber enseñado sin abrir su boca?" La respuesta es que Él frecuentemente enseñaba, y enseñaba mucho, sin decir una sola palabra, puesto que Su vida entera era una enseñanza, y Sus milagros y Sus obras de amor eran las lecciones de un Instructor de instructores. No es superfluo decir que "abriendo su boca les enseñaba," pues les había enseñado a menudo cuando Su boca estaba cerrada. Además, con frecuencia encontramos maestros que raramente abren sus bocas; ellos sisean el Evangelio eterno por entre sus dientes, o lo musitan dentro de sus bocas, como si nunca hubiesen recibido el mandamiento "Clama a voz en cuello, no te detengas." Jesucristo hablaba como habla un hombre que tiene gran solicitud; enunciaba claramente y hablaba con voz poderosa. Alzaba Su voz como una trompeta, y publicaba la salvación por todas partes, como un hombre que tenía algo que decir y que anhelaba que su audiencia lo oyera y lo sintiera.

¡Oh, que la propia manera y la voz de quienes predican el Evangelio fuesen tales que demostraran su celo por Dios y su amor por las almas! Así debería ser, pero no es así en todos los casos. Cuando un hombre se vuelve terriblemente solícito al hablar, su boca parece agrandarse en sintonía con su corazón: esta característica ha sido observada en vehementes oradores políticos, y los mensajeros de Dios deberían sonrojarse si tal observación no fuera aplicable a su caso.

"Y abriendo su boca les enseñaba." ¿Acaso no tenemos aquí una alusión más que, así como Él había abierto la boca de Sus santos profetas desde tiempos antiguos, ahora abría Su propia boca para inaugurar una revelación más plena? Si Moisés habló, ¿quién hizo la boca de Moisés? Si David cantó, ¿quién abrió los labios de David para que publicara las alabanzas de Dios? ¿Quién abrió la boca de los profetas? ¿Acaso no fue el Señor, por Su Espíritu? ¿No es correcto decir ahora que Él abría Su propia boca, y hablaba directamente a los hijos de los hombres, como el Dios encarnado? Ahora, por Su propio poder e inspiración inherente, comenzaba a hablar, no por medio de la boca de Isaías, o de Jeremías, sino por Su propia boca. Ahora era un manantial de sabiduría que se abría, y del que abrevarían gozosas todas las generaciones; ahora se iba a escuchar el sermón más majestuoso y, sin embargo, el más sencillo de todos los sermones predicados a la humanidad. La apertura de la fuente que fluyó de la roca del desierto no contenía ni la mitad de la medida del gozo para los hombres. Nuestra oración debe ser: "Señor, así como Tú has abierto Tu boca, abre nuestros corazones;" pues cuando la boca del Redentor se abre con bendiciones, y nuestros corazones son abiertos con deseos, el resultado será un glorioso henchimiento con la plenitud de Dios, y luego también nuestras bocas serán abiertas para proclamar la alabanza de nuestro Redentor.

Consideremos ahora las propias Bienaventuranzas, confiando que, con la ayuda del Espíritu de Dios, podamos percibir la riqueza de su santo significado. No hay palabras en todas las Santas Escrituras que sean más preciosas o que estén más cargadas de solemne sentido.

La primera palabra del clásico sermón grandioso de nuestro Señor es "Bienaventurados." No habrán dejado de percibir que la última palabra del Antiguo Testamento es "maldición," y es muy sugestivo que el primer sermón del ministerio de nuestro Señor, comience con la palabra "Bienaventurados." Tampoco comenzó Él de esa manera para luego cambiar de inmediato Su modo de hablar, pues nueve veces salió de Sus labios, en rápida sucesión, esa palabra encantadora. Se ha dicho muy correctamente que la enseñanza de Cristo puede resumirse en dos palabras: "Creed," y "Bienaventurados." Marcos nos relata que Él predicaba diciendo: "Arrepentíos, y creed en el evangelio." Y Mateo, en este pasaje, nos informa que Él llegó diciendo: "Bienaventurados los pobres en espíritu." Toda esta enseñanza tenía el propósito de bendecir a los hijos de los hombres: "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él."

"Su mano no porta ningún trueno,
Ningún terror cubre Su rostro,
No hay grilletes que aprisionen nuestras almas
En las fieras llamas del abismo."

Sus labios, como un panal, gotean dulzura. Promesas y bendiciones se derraman de Su boca. "La gracia se derramó en tus labios," dijo el salmista, y consiguientemente la gracia se derramó de Sus labios; Él fue bendito para siempre, y continuó repartiendo bendiciones a lo largo de Su vida, hasta que, "bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo." La ley tenía dos montes, Ebal y Gerizim, uno para bendiciones y otro para maldiciones, pero el Señor Jesús bendice eternamente, y no maldice.

Las Bienaventuranzas que tenemos ante nosotros, que se relacionan con el carácter, son siete; la octava es una bendición para las personas descritas en las siete Bienaventuranzas, en los casos en que su excelencia ha provocado la hostilidad de los inicuos; por tanto, puede ser considerada como una confirmación y un resumen de las siete bendiciones que la preceden. Pensando que la octava es un resumen, consideramos que son siete las Bienaventuranzas, y así nos referiremos a ellas.

Todas las siete describen un carácter perfecto, y constituyen una perfecta bendición. Cada bendición por separado es preciosa, ay, más preciosa que la abundancia de oro fino; pero hacemos bien al considerarlas como un todo, pues como un todo fueron predicadas, y desde esa perspectiva, son una cadena maravillosamente perfecta compuesta por siete eslabones sin precio, unidos mediante un arte tan consumado, que únicamente nuestro Bezaleel celestial, el Señor Jesús, poseyó jamás. No se puede encontrar, en ninguna otra parte, una instrucción semejante en el arte de la beatitud.

Los doctos han recogido de los antiguos, doscientas ochenta y ocho opiniones diferentes relativas a la felicidad, y no hay una sola opinión que dé en el blanco. Pero nuestro Señor, en unas cuantas frases notables, nos ha dicho todo acerca de la felicidad, sin usar ni una sola palabra redundante ni permitir la más mínima omisión. Las siete frases de oro son perfectas como un todo, y cada una ocupa su lugar apropiado. En su conjunto son una escalera de luz, y cada una es un escalón del más puro brillo del sol.

Observen cuidadosamente, y verán que cada una se eleva por encima de las precedentes. La primera Bienaventuranza no es de ninguna manera tan elevada como la tercera, ni la tercera es tan elevada como la séptima. Hay un gran avance desde los pobres en espíritu hasta los de limpio corazón y los pacificadores. He dicho que ascienden, pero sería igualmente correcto decir que descienden, pues desde el punto de vista humano lo hacen; llorar es un escalón más abajo y sin embargo un paso más arriba que ser pobre en espíritu, y el pacificador, aunque es la condición más elevada del cristiano, será llamado a menudo a tomar el lugar más bajo por causa de la paz. "Las siete Bienaventuranzas señalan una caída en la humillación y una creciente exaltación. En la proporción en que los hombres ascienden en la recepción de la bendición divina, más se hunden en su propia estima, y consideran un honor hacer las obras más humildes.

La Bienaventuranzas no están únicamente colocadas una sobre otra, sino que brotan la una de la otra, como si cada una dependiese de todas las que le precedieron. Cada crecimiento alimenta un mayor crecimiento, y la séptima Bienaventuranza es el producto de todas las otras seis. "Bienaventurados los que lloran" surge de "Bienaventurados los pobres en espíritu." ¿Por qué lloran? Lloran porque son "pobres en espíritu." "Bienaventurados los mansos" es una bendición que ningún hombre alcanza mientras no haya sentido su pobreza espiritual, y no haya llorado por ella. "Bienaventurados los misericordiosos" sigue a la bendición de los que son mansos, porque los hombres no adquieren el espíritu de perdón, de simpatía y de misericordia mientras no hayan sido hechos mansos al experimentar las dos primeras bendiciones. Este mismo ascenso y esta misma procedencia pueden ser vistos en las siete Bienaventuranzas. Las piedras son colocadas una sobre otra en hermosos colores, y son bruñidas semejando un palacio; todas son una secuela natural y una consumación, la una de la otra, como lo fueron los siete días de la primera semana del mundo.

Observen, también, en esta escalera de luz, que aunque cada escalón está arriba del otro, y cada escalón brota del otro, sin embargo cada uno es perfecto en sí mismo, y contiene en sí una bendición sin precio y perfecta. Los más humildes de los bienaventurados, es decir, los que son pobres en espíritu, tienen su bendición peculiar, y es ciertamente una bendición de naturaleza tal, que luego es usada como un resumen de todas las demás. "Porque de ellos es el reino de los cielos" es tanto la primera como la octava de las bendiciones. Los caracteres más sublimes, es decir, los pacificadores, que son llamados hijos de Dios, no son descritos como más que bienaventurados; sin duda, ellos gozan más de la bienaventuranza, pero no poseen más bienaventuranza por la provisión del pacto.

Noten con deleite, también, que la bienaventuranza está en todos los casos en el tiempo presente, una felicidad que debe ser gozada y disfrutada ahora. No es "Bienaventurados serán," sino "Bienaventurados son." No hay un solo paso en toda la experiencia divina del creyente, no hay un eslabón en la maravillosa cadena de gracia, en el que haya una ausencia de la sonrisa divina o una falta de felicidad real. El primer momento de la vida cristiana sobre la tierra es bienaventurado, y bienaventurado es el último. Bienaventurada es la chispa que tiembla en la caña de lino, y bendita es la flama que asciende en santo éxtasis al cielo. Bienaventurada es la caña cascada, y bienaventurado es el árbol de Jehová lleno de savia, el cedro del Líbano, que el Señor plantó. Bienaventurado es el bebé en la gracia, y bienaventurado es el hombre perfecto en Cristo Jesús. Así como la misericordia del Señor permanece para siempre, así permanecerá también nuestra bienaventuranza.

No debemos dejar de observar que, en las siete Bienaventuranzas, la bendición de cada una de ellas es apropiada al carácter. "Bienaventurados los pobres en espíritu" está conectada apropiadamente con el enriquecimiento en la posesión de un reino más glorioso que todos los tronos de la tierra. Es también sumamente conveniente que aquellos que lloran reciban consolación; que los mansos, que renuncian a toda autoexaltación, gocen de la vida al máximo, y así reciban la tierra por heredad. Es divinamente conveniente que aquellos que tienen hambre y sed de justicia sean saciados, y que quienes son misericordiosos para con otros, alcancen misericordia. ¿Quiénes sino los de limpio corazón verán al infinitamente puro y santo Dios? Y, ¿quiénes sino los pacificadores serán llamados hijos del Dios de paz?

Sin embargo, el ojo perspicaz percibe que cada bendición, aunque apropiada, es expresada paradójicamente. Jeremy Taylor afirma: "Son muchas paradojas e imposibilidades reducidas a un todo coherente." Esto es visto claramente en la primera Bienaventuranza, pues se dice que los pobres en espíritu poseerán un reino, y es igualmente manifiesto en la colección como un todo, pues trata de felicidad, y sin embargo, la pobreza encabeza la caravana, y la persecución cubre la retaguardia; la pobreza es lo contrario de las riquezas, y sin embargo ¡cuán ricos son quienes poseen un reino! Y la persecución se supone que destruye todo gozo, y sin embargo aquí es convertida en un tema de regocijo. Vean el arte sagrado de Quien habló como no habló jamás hombre alguno. Él puede a la vez convertir Sus palabras en sencillas y paradójicas, y puede por tanto atraer nuestra atención e instruir nuestros intelectos. Tal predicador merece el más atento de los oyentes.

Las siete Bienaventuranzas que componen este ascenso celestial a la casa del Señor, conducen a los creyentes a una elevada meseta en la que habitarán confiados, y no serán contados entre las naciones; su santa separación del mundo atraerá sobre ellos persecución por causa de la justicia, pero no pierden su felicidad, sino que más bien crece, y es confirmada por la doble repetición de la bendición. El odio del hombre no despoja al santo del amor de Dios; inclusive los denostadores contribuyen a su bendición. ¿Quién de nosotros se avergonzará de la cruz que debe acompañar esa corona de misericordia y piedades? Independientemente de lo que puedan involucrar las maldiciones del hombre, son un inconveniente tan pequeño ante la conciencia de ser bendecido siete veces más por el Señor, que no son dignas de ser comparadas con la gracia ya revelada en nosotros.

Aquí hacemos una pausa por el momento, y con la ayuda de Dios, consideraremos cada una de las Bienaventuranzas en posteriores homilías.

Nota del traductor:
(1) Catena Aurea: 'Cadena de Oro' eran llamados esos comentarios a los Evangelios que se hacían (en la Edad Media sobre todo), y que fueron recopilados para contener todo lo que habían dicho los 'Padres de la Iglesia' y las glosas autorizadas.
(2) El área es llamada los Cuernos de Hattin por dos picos rocosos sobre las laderas detrás de Tiberias en el mar de Galilea.
(3) Ex cáthedra: Locución latina que se aplica a la manera de hablar cuando se hace con la autoridad propia de cierto cargo.
En el año de 1873, Spurgeon predicó lo que él llamó "una serie de homilías sentenciosas" sobre las Bienaventuranzas. Después de un mensaje introductorio sobre el Sermón del monte y las Bienaventuranzas en general, predicó sobre cada una separadamente. Pero debido a la enfermedad o por alguna otra razón en especial, no pudo completar su propósito. Hay sin embargo, ocho sermones sobre la Bienaventuranzas. Esperamos eventualmente poder traducirlos todos.
fuente : http://spurgeon.ya.st/