Porque Jehová ha hablado -- Allan Roman

Spurgeon y la Biblia IV

Septiembre 10, 2009 by Allan Román
Allan Román

Allan Román

Pocas personas han notado la importancia de la predicación bíblica de Spurgeon, y puesto que hay un abundante material con el que podemos ejemplificar su interpretación y exposición de la Escritura, nos limitaremos a aquellos sermones que pueden listarse bajo la categoría de “Biblia” o “Palabra de Dios”, que enfatizan la completa confianza de Spurgeon en la Biblia como un libro inspirado y como la Palabra de Dios con autoridad, divinamente revelada y registrada por medio del ministerio del Espíritu Santo.

Spurgeon entendió que su oficio era “predicar a Cristo” en el Tabernáculo Metropolitano, entonces, vamos a recurrir naturalmente a un sermón que expone el respeto que Cristo sentía por la Biblia y, en especial, por las Escrituras del Antiguo Testamento, la Biblia de nuestro Señor en aquel entonces.

En un sermón predicado el 27 de Marzo de 1887, titulado “Jesús rehusó a las legiones”, expuso lo siguiente acerca de la infalibilidad de la Biblia: “Si las Escrituras fueran solamente los escritos de unos hombres, no habría necesidad de que fueran cumplidas. Si sólo fuesen unas expresiones falibles de algunos hombres buenos, no veo una particular necesidad de que fueran cumplidas… las Escrituras eran evidentemente la Palabra de Dios para nuestro Señor Jesucristo. Nunca las toma a la ligera ni difiere de ellas, ni tampoco predice que desaparecerán… Él creía en el origen divino de las Escrituras y también en su infalibilidad… en efecto, Él dice: “Moriré antes que alguna Escritura no vea su cumplimiento”.

Hablando del “valor inapreciable” de las Escrituras, comentó en el mismo sermón: “El Libro del Destino es una lectura cruel, pero el Libro de la Ordenación Anticipada está lleno de frases encantadoras, y nosotros elegimos gozosamente que sean cumplidas las líneas tomadas de ese Libro que están escritas en la Biblia… Amados hermanos, valoremos las Escrituras en la medida en que Cristo lo hizo”.

Quizá su más grandioso sermón sobre la infalibilidad de la Escritura es uno que lleva precisamente ese título, predicado el 11 de Marzo de 1888, y el texto utilizado es: “Porque la boca de Jehová lo ha dicho”. Nuevamente aquí llamó la atención a la manera en la que Jesucristo consideraba a la Palabra de Dios: “Independientemente de la manera en que pueda ser tratado este libro hoy en día, no fue tratado desdeñosamente, ni negligentemente, ni cuestionablemente por el Señor Jesucristo, nuestro Dios y Maestro. Es digno de notarse cómo reverenciaba la Palabra escrita… Él citaba continuamente la Ley y los Profetas, y los Salmos; y siempre trató a los sagrados Escritos con una intensa reverencia, en un claro contraste con la irreverencia del “pensamiento moderno”.

La creencia de nuestro Señor en la autoridad de la Escritura era la garantía que Spurgeon tenía para exponerla de esta manera: “No sentimos ningún imperativo de exponer ni de aplicar lo que ha sido dicho por los hombres… y no deberíamos tener un motivo justificable para predicar durante toda nuestra vida, si no tenemos este mensaje: “La boca de Jehová lo ha dicho”.

Spurgeon afirmó de la siguiente manera su propia “absoluta fidelidad” a la Palabra de Dios: “Nosotros repetimos la Palabra como un niño repite su lección. No nos corresponde a nosotros corregir la revelación divina, sino simplemente ser su eco. Yo no considero que mi oficio consista en presentarles pensamientos nuevos y originales de mi propio peculio; mas mi oficio consiste en decirles: “La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”.

En ese mismo sermón describió a la Biblia diciendo que tiene una “dignidad única”, “absoluta certidumbre”, y una “fijeza inmutable”. Lo resumió todo con estas palabras: “Este libro es inspirado como ningún otro libro es inspirado, y ya es tiempo de que todos los cristianos confiesen esta convicción… si nos dejaran la duda en cuanto a qué parte es inspirada y qué parte no lo es, nuestra situación sería tan grave como si no contáramos del todo con la Biblia”.

En el sermón titulado: “Jehová ha hablado: ¿y no quieren escuchar?”, predicado el 4 de Noviembre de 1883, Spurgeon declaró: ‘Lo que he escrito, he escrito’. “Él no cambia Su Palabra, mas Su palabra permanece aunque el cielo y la tierra pasen. No estamos viviendo en un período de revelación gradual, como algunos imaginan: Jehová ha hablado, y no abre Su boca una segunda vez. Él ha cerrado el canon de la Escritura con una maldición sobre aquél que le agregue o le quite a las palabras del libro de esta profecía que Jehová ha hablado. No tienen que seguir haciendo descubrimientos de una nueva verdad fuera de la Escritura; su deber radica en recibir diligentemente el testimonio completo del Señor nuestro Dios”.

Recibamos con diligencia el testimonio completo del Señor, aun en aquellos puntos que resultan aborrecibles para nuestra carne.

"Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios." Proverbios 28:14
El temor del Señor es el comienzo y el fundamento de toda verdadera religión. Sin un solemne temor y reverencia de Dios, no hay un asidero para las virtudes más resplandecientes. Aquel hombre cuya alma no adora, no vivirá nunca en santidad.

Feliz es quien siente un temor celoso de no hacer el mal. El santo temor se fija, no únicamente antes de saltar, sino incluso antes de moverse.

Tiene un temor de errar, temor de descuidar su deber, temor de cometer pecado. Teme las malas compañías, la conversación liviana, y las tendencias cuestionables. Esto no hace desdichado al hombre, sino que le trae felicidad. El sentinela vigilante es más feliz que el soldado que se duerme en su puesto. Quien anticipa el mal y huye de él, es más feliz que quien sigue adelante descuidadamente y es destruido.

El temor de Dios es una gracia tranquila que conduce a un hombre a lo largo de una calzada selecta, de la cual está escrito: "No habrá allí león, ni fiera subirá por él."

Temer la simple apariencia del mal es un principio purificador que capacita al hombre, por medio del poder del Espíritu Santo, a mantener sus vestiduras inmaculadas de cualquier mancha del mundo. En ambos sentidos el que "siempre teme" es hecho feliz.

Salomón había probado tanto la mundanalidad como el santo temor: en el uno encontró vanidad, en el otro felicidad. No repitamos su experimento, sino que debemos ajustarnos a su veredicto.

Meditación
Charles H. Spurgeon

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